La opera
prima de Duncan Tucker es una película con el mejor espíritu indie,
que vuelve a desnudar la falsedad de las admiradas familias yanquis con un
humor impiadoso e inmisericorde.
Hombre transexual
con hijo taxiboy y drogadicto, madre conservadora... y padre judío. Cuando
Bree/Stanley descubra, a días de la operación que unirá su cuerpo con su
identidad sexual, que tiene un hijo y su analista lo incite a resolver todos
sus asuntos pendientes antes que nada, la road movie se lanzará a la
ruta. En Transamerica la risa no se anula ante la tragedia que
compone la otra cara de la vida; ya se sabe cuán poderoso –y necesario–
resulta su efecto, y acá aparece sin atemperarse y ayuda a esquivar la
lágrima fácil, las emociones prefabricadas o el siempre a mano melodrama de
cartón.
Así, entre medias
verdades, secretos compartidos, huidas y pasados no resueltos, la vida asoma
(entre los intersticios), y ciertos lazos familiares sólidos parecen sugerir
la idea de la elección por sobre la de la consanguinidad. La
disfuncionalidad, la diferencia, no se juegan como norma, o como anti,
sino que se presentan, lisa y llanamente. El trabajo protagónico de Felicity
Huffman es monumental.
Javier Luzi |