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ABAJO EL AMOR
(Down With Love)

Estados Unidos, 2003


Dirigida por Peyton Reed, con Renée Zellweger, Ewan McGregor, Sarah Paulson, David Hyde Pierce, Rachel Dratch, Jack Plotnick, Tony Randall.



Abajo el amor es una comedia romántica que transcurre a comienzos de la década del ‘60 y, al mismo tiempo, rinde homenaje a aquella época de oro en la que las comedias clásicas brillaban por donde se las mirase. Puro optimismo, colores fuertes y saturados gracias al Technicolor, vestuario y ambientes glamorosos, música acorde y figuras como Doris Day y Rock Hudson eran moneda corriente en la cinematografía hollywoodense de esos años. En la nueva película del director Peyton Reed (la primera, Bring It On, es intrascendente) estos elementos reaparecen al servicio de una historia de amor interpretada por Renée Zellweger y Ewan McGregor.

Zellweger ha demostrado su versatilidad en este género (Jerry Maguire, El diario de Bridget Jones) e inclusive para el humor más diverso (Enfermera Betty, Irene, yo y mi otro yo) y el musical (Chicago). Aquí se apodera del rol de Barbara Novak, una escritora novata que se hace famosa gracias al libro cuyo nombre da título al film y que propone un modelo de mujer que deshecha el amor (¡y sustituye el placer comiendo chocolate!) y pondera el poder, el éxito y el sexo libre. Por su parte, McGregor también incursionó en propuestas novedosas en las que se lució como actor y cantante, como Velvet Goldmine y Moulin Rouge. A diferencia de esta última, en la que tenía el papel de enamorado bohemio y sufrido, en Abajo el amor es un periodista “estrella” y seductor empedernido, al que ninguna señorita le dice que no. Salvo Novak, claro.

Desencuentros mediante, en la primera parte del film se va sucediendo una serie de situaciones muy divertidas en las que los protagonistas nunca llegan a conocerse y concretar una entrevista para la afamada revista Know. Catcher Block está siempre ocupado con la azafata de turno que “lo atiende” y no tiene tiempo para una supuesta solterona, fea y amargada. Ella se calza su mejor traje y lo espera... para desayudar, almorzar o cenar, pero una y otra vez recibe el inevitable llamado telefónico con el que él cancela la cita. Hasta que Novak logra promocionarse en el show de TV de Ed Sullivan y comienza a romper récords de venta con su libro. Aquí la historia da un giro y la trama se pone en marcha: Novak y Block tienen un plan para conquistar/engañar al otro.

En Abajo el amor, los personajes se mueven en dupla. La escritora tiene como “ayudante” a su editora, la enérgica y fumadora Vikki (Sarah Paulson), y el periodista cuenta con su jefe y confidente Peter (David Hyde Pierce). Pero tanto Vikki como Peter sólo ansían casarse, por lo cual iniciarán una carrera paralela de amores y odios, de encuentros y desencuentros. El espectador sigue a las dos chicas por un lado y a los dos hombres por el otro y, a su debido tiempo, a cada una de las parejas.

El contrapunto también entra en juego a través de la puesta en escena. Por ejemplo, en los estilos opuestos con que Peter y Catch han decorado y equipado sus departamentos (uno para preparar una cena romántica, el otro para llevar a las mujeres a la cama en menos de 10 minutos), y en la utilización del vestuario (las dos damas usan trajes combinados o en composé) y de la música (en cierta noche crucial, a cada personaje lo acompañará una canción). También en la pantalla partida para mostrar a los personajes cuando hablan por teléfono. Este, además de ser un recurso del pasado, dispara escenas de un humor desopilante, como cuando Barbara y Catcher conversan mientras hacen otras cosas y adoptan posiciones que –una al lado de la otra– emulan el acto sexual o alguna situación comprometida. En los diálogos, como aquí, el film explota constantemente el “doble sentido” para provocar gracia, y lo consigue.

Está claro que Abajo el amor responde al género de manera efectiva, y todos conocemos de antemano el final feliz con que concluyen los productos de este tipo, pero lo interesante es ver qué se nos propone “en el medio” o “para llegar a“. Y la película no sólo se vale del despliegue visual y del mencionado homenaje sesentista (con referencias concretas a los espectáculos, la música, las películas y los estilos de aquella época), sino que además se reserva una vuelta de tuerca inesperada para el desenlace, en el que todo lo que no era como parecía... finalmente es.

La película tiene mucho ritmo, color, humor: más no se le podía pedir. Bueno, sí: ese cuadro musical con el que Zellweger y McGregor se despachan durante los títulos.

Yvonne Yolis      


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