Abajo el amor
es una comedia romántica que transcurre a comienzos de la década del ‘60 y,
al mismo tiempo, rinde homenaje a aquella época de oro en la que las comedias
clásicas
brillaban por donde se las mirase. Puro optimismo, colores fuertes y
saturados gracias al Technicolor, vestuario y ambientes glamorosos, música
acorde y
figuras
como Doris Day y Rock Hudson eran moneda corriente en la cinematografía
hollywoodense de esos años. En la nueva película del director Peyton Reed
(la primera, Bring It On, es intrascendente) estos elementos
reaparecen al servicio de una historia de amor interpretada por Renée
Zellweger y Ewan McGregor.
Zellweger ha demostrado su versatilidad en este género (Jerry Maguire,
El diario de Bridget Jones) e inclusive para el humor más diverso (Enfermera
Betty, Irene, yo y mi otro yo) y el musical (Chicago).
Aquí se apodera del rol de Barbara Novak, una escritora novata que se hace
famosa gracias al libro cuyo nombre da título al film y que propone un
modelo de mujer que deshecha el amor (¡y sustituye el placer comiendo
chocolate!) y pondera el poder, el éxito y el sexo libre. Por su parte,
McGregor también incursionó en propuestas novedosas en las que se lució como
actor y cantante, como Velvet Goldmine y Moulin Rouge. A
diferencia de esta última, en la que tenía el papel de enamorado bohemio y
sufrido, en Abajo el amor es un periodista “estrella” y seductor
empedernido, al que ninguna señorita le dice que no. Salvo Novak, claro.
Desencuentros mediante, en la primera parte del film se va sucediendo una
serie de situaciones muy divertidas en las que los protagonistas nunca
llegan a conocerse y concretar una entrevista para la afamada revista
Know. Catcher Block está siempre ocupado con la azafata de turno que “lo
atiende” y no tiene tiempo para una supuesta solterona, fea y amargada. Ella
se calza su mejor traje y lo espera... para desayudar, almorzar o cenar,
pero una y otra vez recibe el inevitable llamado telefónico con el que él
cancela la cita. Hasta que Novak logra promocionarse en el show de TV de
Ed Sullivan y comienza a romper récords de venta con su libro. Aquí la
historia da un giro y la trama se pone en marcha: Novak y Block tienen un
plan para conquistar/engañar al otro.
En Abajo el amor, los personajes se mueven en dupla. La escritora
tiene como “ayudante” a su editora, la enérgica y fumadora Vikki (Sarah
Paulson), y el periodista cuenta con su jefe y confidente Peter (David
Hyde Pierce). Pero tanto Vikki como Peter sólo ansían casarse, por lo cual
iniciarán una carrera paralela de amores y odios, de encuentros y
desencuentros. El espectador sigue a las dos chicas por un lado y a los dos
hombres por el otro y, a su debido tiempo, a cada una de las parejas.
El contrapunto también entra en juego a través de la puesta en escena. Por
ejemplo, en los estilos opuestos con que Peter y Catch han decorado y
equipado sus departamentos (uno para preparar una cena romántica, el otro
para llevar a las mujeres a la cama en menos de 10 minutos), y en la
utilización del vestuario (las dos damas usan trajes combinados o en
composé) y de la música (en cierta noche crucial, a cada personaje lo
acompañará una canción). También en la pantalla partida para mostrar
a los personajes cuando hablan por teléfono. Este, además de ser un recurso
del pasado, dispara escenas de un humor desopilante, como cuando Barbara y
Catcher conversan mientras hacen otras cosas y adoptan posiciones que –una
al lado de la otra– emulan el acto sexual o alguna situación comprometida.
En los diálogos, como aquí, el film explota constantemente el “doble
sentido” para provocar gracia, y lo consigue.
Está claro que Abajo el amor responde al género de manera efectiva, y
todos conocemos de antemano el final feliz con que concluyen los
productos de este tipo, pero lo interesante es ver qué se nos propone “en el
medio” o “para llegar a“. Y la película no sólo se vale del despliegue
visual y del mencionado homenaje sesentista (con referencias concretas a los
espectáculos, la música, las películas y los estilos de aquella época), sino
que además se reserva una vuelta de tuerca inesperada para el desenlace, en
el que todo lo que no era como parecía... finalmente es.
La película tiene mucho ritmo, color, humor: más no se le podía pedir.
Bueno, sí: ese cuadro musical con el que Zellweger y McGregor se
despachan durante los títulos.
Yvonne Yolis
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