La historia: Marisa (Teresa Costantini, que dirige un film por primera vez y actúa el rol
central de una directora consagrada) se dispone a filmar una nueva película. Su actual
marido (Gabriel Goity) escribió el guión del film pensando en Lola (Virginia Innocenti),
la mejor amiga de Marisa, pero el rol no se concreta. Marisa recurre a su primer marido,
un amor de juventud que no ha podido olvidar, para que componga la música del film. Este ex
vive en pareja con la joven Lucía (Cecilia Dopazo), con la que cree tener un hijo. No
sabe que el bebé es en realidad del primer novio de ella, un as del trapecio que ha sido
elegido para protagonizar la película. Poco después la misma Lucía es seleccionada como
primera actriz, así que la pareja se reencuentra. La historia depara muchas otras vueltas,
pero no vamos a agobiar al lector.Hace un
tiempo Teresa Costantini sufrió (al igual que la directora que interpreta en el film) una
separación. El proceso legal la favoreció con una gran suma de dinero, que la ayudó a
poner en marcha Buenos Aires Producciones, la productora del film. Acrobacias... no
refleja, seguramente, cómo es su vida, pero parece atravesada por un ideal: un mundo de
romances, pasiones, traiciones y engaños, en el que los hombres son tontos, cobardes y
débiles. La directora escribe con su laptop última generación en su cama matrimonial
vacía, imaginando fragmentos de su film donde se combinan el nuevo circo con el music
hall, utilizando el kitsch como engrudo. Al principio y al final de todo siempre hay autos
lujosos llegando a entregas de premios con vestidos de gala y muchos hombres alrededor.
En boca del joven trapecista, los hombres (no las
mujeres) mayores "nos quitan las esperanzas, los ideales... ¡y ahora nos quitan
también las parejas!". En realidad no lo dice él sino ella, Costantini, que acaso
ha perdido a su hombre por la tentación de la carne joven. Pero en el film el viejo verde
tiene su castigo: Dopazo se queda con ese primer novio que es de su misma edad.
Psicoanálisis, lofts con mucamas tontas, celulares
y estudios de TV en los que se busca hacer cine: de eso está hecho el mundo de esta
directora. Es el paraíso material de una clase media-alta que parece vivir en otro país.
Y por contraste queda, como a media voz, el monologuismo de individuos de uno y otro sexo
apartados de lo vital, tristes, solitarios y finales, que no se animan a mirar a su
alrededor y que no saben muy bien qué hacer con tanto dinero. El club de las
divorciadas tenía, al menos, dos o tres momentos divertidos.
Máximo Eseverri
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