Anjelica Huston cambia radicalmente de temática, género, época y latitud respecto de su
primera realización como directora Abuso a la inocencia, sólo editada en
video en esta tragicomedia de genuino sabor popular que alterna risas y lágrimas
con sorprendente fluidez. Además asume con su reconocida autoridad de actriz el papel
protagónico, esa Agnes Browne íntegra, algo ruda, bastante ingenua, entrañablemente
cálida y de un robusto sentido del humor (que en su situación se equipara a un
indeclinable sentido de supervivencia). Esta clarísimo que Huston le tiene mucho cariño
a su Agnes y al coro de personajes que la rodean, la quieren, la protegen en ese barrio
modesto del Dublin de fines de los 60: sus siete hijos, su amiguísima Marion, sus
compañeros del mercado callejero o del bar, el galante panadero Pierre... y que en la
misma medida detesta a los únicos villanos de esta rebanada de vida que no se priva de
darle curso a algún sueño: el odioso prestamista Mr. Billy y su asistente rastrero.Desde el vamos, Huston da la pista de cuál va a ser el tono
general del film: este balancearse cómodamente, diestramente, entre lo dramático y lo
cómico. En la primera secuencia, Agnes está con Marion frente a una empleada pública
para hacer unos trámites que, es evidente, la desorientan. A través del jugoso diálogo
en el que participa la amiga, el espectador se entera de que la protagonista, madre
prolífica de aspecto modesto, acaba de quedarse viuda esa misma mañana. Sin embargo,
Agnes no parece demasiado apenada, aunque ponga cara de circunstancia. En el desarrollo de
la historia, se comprenderá que la mujer tiene sus razones sino para sentirse liberada
(son los 60 y ella no es más que una simple ama de casa que trabaja de verdulera)
sí al menos descomprimida.
Se nota que la directora está en su salsa en tierra
irlandesa, de ahí la autenticidad que destila la película por medio de una serie de
viñetas agridulces que tienen como eje a Agnes, la luchadora que se ilusiona con asistir
a un recital de Tom Jones. Los problemas con los chicos, la relación con los vecinos, la
enfermedad de su mejor amiga, los enfrentamientos con el prestamista se integran con
frescura, emoción y humor a un relato que no decae. Huston realizadora sabe otorgar
relieve a esas pequeñas cosas de la vida, poco glamorosas y nada efectistas, como el
gorro que le ha prestado una niña, las masitas en el plato que los chicos creen que
tienen que pagar, el paseo de dos amigas que se escapan de las obligaciones cotidianas.
Con una sensibilidad afinada y una simpatía inocultable se mueve en esa barriada como si
la conociera de toda la vida.
Para hacerlo, aparte de su propia calidad de actriz,
contó con un reparto ideal, desde los jovencísimos actores que encarnan a los niños
hasta la impagable Marion ODwyer (la amiga del alma), sin olvidar al grupo de
vecinos. En otros rubros, hay que mencionar el eficaz guión de John Goldsmith y Brendan
Carroll (autor de la novela original The Mammy), la luminosa fotografía de Anthony B.
Richmon y la incitante música de Paddy Moloney.
Moira Soto
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