Las alas de la paloma es una enésima transcripción de la prosa de Sir Henry
James, un escritor del siglo XIX que fue visitado por una veintena de películas en el
siglo XX. La que nos ocupa fue dirigida por Iain Softley y está centrada en Kate Croy
(Helena Bonham Carter), una chica de la clase alta inglesa que se enamora de un periodista
plebeyo y con supuestos ideales progresistas (algo sugerido a medias por una breve
discusión con sus colegas al comenzar el film). El problema es que Kate es mantenida por
su tía Maude (Charlotte Rampling), quien jamás entregaría su sobrina a un
candidato como Merton Densher. Y si Kate no lo olvida la amenaza con cortarle los
víveres... y esto incluye dejar sin sustento a su papá, un borracho agónico
interpretado por Michael Gambon. La acción transcurre en 1910 la novela ocurría 8
años antes y la "reconstrucción de época" (todo un rubro, como se
verá) se pasa un poquito de rosca, con una superpoblación de tílburis, carros,
carretas, automóviles pintorescos y trabajadores leyendo diarios de la época como fondo
de la acción en cada toma callejera.
Por allí aparece Millie, definida como
"la huérfana más rica del planeta". La muchacha viene de Estados Unidos,
padece una misteriosa enfermedad terminal y busca coronar sus días paseando por Venecia
de la mano de un europeo. Kate percibe que los ojitos de la visitante se posan
afanosamente en los de Merton, y se empeña en que éste la seduzca y la despose. Muerta
Millie, ambos dispondrán de su fortuna para emanciparse de la tía odiosa. La cuestión
es que Iain Softley (Backbeat) nunca acierta con la dirección de actores. De
Bonham Carter obtiene una adolescente frígida y altanera, rasgos que conspiran contra la
credibilidad de su enamoramiento. Pero su enamoramiento es nada menos que la gran palanca
para mover la trama. En tanto, a Linus Roache le encomendó hacer de Merton un tonto de
capirote (aquí asoma, aunque sin alas, la paloma). Cuesta digerir que sea el
último en enterarse de los planes de su novia. ¿Y cómo tomar su propuesta de demoler la
celebérrima Piazza San Marco icono veneciano si los hay... para erigir en su
lugar viviendas para los pobres?
También fue decisión de Softley
aligerar los diálogos de la novela para dejar los sentimientos más a merced de los
rostros y los gestos. Saludable en un principio, esta política acaba desnudando y
subrayando las mentadas fallas de interpretación. Lo que queda es una historia de amor
fría, una pieza de realismo decididamente empalagosa, inverosímil.
Guillermo Ravaschino |