La comedia romántica es un género que
siempre ofrece al guionista interesantes elementos para desarrollar
(pregúntele si no a Woody Allen, que los aprovechó a casi todos en Annie
Hall y Brodway Danny Rose, entre tantas otras). Sabemos que
habrá dilaciones, desencuentros, y casi seguro una corrida final que
terminará en el esperado abrazo-beso. Lo importante es cómo el guionista
nos hace llegar a esas escenas, a esos momentos-clisé –seamos sinceros,
a veces los mejores momentos-clisé– del cine made in Hollywood.
Por supuesto que no es el caso. Más allá de algunos momentos
graciosos, la monotonía de recursos y la ironía intrascendente de Alguien
como tú terminan cansando al espectador. Si hasta el encanto de
Ashley Judd está enterrado bajo las peripecias de la protagonista
histérica que le tocó en desgracia aquí.
Jane (Judd) se relaciona sentimentalmente con un compañero de trabajo,
hombre sensible y aparentemente correcto. El tipo la deja, pero Jane sigue
enamorada; para vengarse –ay, qué guionistas palurdos– la chica
acepta la siguiente recomendación de su amiga (Marisa Tomei): adoptar un
seudónimo y escribir una columna sobre sexo en una revista. La despechada
también se mudará a la habitación de otro compañero de trabajo, en
este caso fiestero y machista (Hugh Jackman), y comprobará que el más
divertido y descarado de la película (lo que no es mucho, teniendo en
cuenta el contexto) es también el mejor candidato.
Por el lado actoral se destaca el australiano Jackman, que demuestra
que no sólo sirve para la superacción (él hizo a Wolverine en X-Men),
sino que tiene tela y carisma para la comedia. De Ashley Judd, aunque
objetivamente le da el cuero para el género, no podemos decir lo
mismo; por momentos se pone pesada, reiterativa, con gestos remarcados.
Lo más molesto, ya se ha dicho, es el guión: sale del mismo molde de Papá
por siempre, se remonta al de Tootsie y, más lejanamente, a
Cyrano de Bergerac. La vieja idea de una identidad encubierta, destinada a
revelarse, confesión pública mediante, sobre el clímax sentimental.
Nada nuevo en Alguien como tú, adonde ni la jefa de la editorial
–hasta el momento justo, claro– sabe quién es la que escribe esas
columnas, aunque todos piensan que se trata de una vieja de ochenta.
Lejos de acotarse a la estructura, el bochorno también alcanza la
"letra chica" de la historia. Leyendo un texto científico, Jane
arriba a la conclusión de que el hombre es como el toro, que por instinto
prefiere aparearse siempre con una vaca distinta, nueva. ¿Pueden creer
que el film ordeña a esta burrada como leit motiv, repitiéndola
una y mil veces? Hay algo más: en un momento puede verse como a la vaca
vieja (ya preñada por el toro) la untan con el olor de una vaca
nueva. El toro la huele, pero de todas formas la rechaza. Lo mismo habrá
de hacer cualquier espectador sensato con este film. Puede que huela a
nuevo, pero es la misma historia de siempre.