Amélie es la película francesa más taquillera de los últimos tiempos.
En EE.UU. no hubo fenómeno similar desde La jaula de las locas. En
Francia fue capaz de destronar, enhorabuena, a las producciones
norteamericanas que venían imponiéndose año tras año. Su performance
en los vecinos países de la comunidad también dio que hablar y aún en
geografías tan dispares como las de Australia y Japón la película consiguió
un importante número de adeptos. Si bien la repercusión de este último film
de Jean-Pierre Jeunet –realizador de la lóbrega Delicatessen– todavía
no se ha plastificado en merchandising, adonde sí ha llegado el fanatismo es
a Internet. Amélie cuenta hoy con un lúdico sitio oficial y muchos
otros en idiomas diversos.¿Cómo explicar tamaño suceso? Tal vez asumiendo
que, aunque sea por hora y media, Amélie nos permite olvidar la
brutalidad de estos globalizados tiempos que corren. En Amélie, sólo
el trágico accidente de Lady Di perturba las aguas del soleado cuento de
hadas situado en un París apto para turistas. Y curiosamente, el fin de la
blonda Diana dará origen a una nueva heroína que, aunque morocha y modesta,
también oficiará de "reina de corazones". Pero esta vez los acordes del
decadente Elton John serán reemplazados por los de la tradicional y dúctil
chanson de un París nostálgicamente retro.
Barroca, cómica, surrealista y por sobre todo romántica, Amélie es
la historia de una joven camarera de Montmartre un tanto aniñada y tímida
que decide inmiscuirse en la vida de quienes la rodean para hacer el bien.
Su pasado narrado en off durante los primeros diez minutos anticipa
rápidamente la estética de tarjeta postal que impregnará todo el film.
Colores falseados, vértigo picado y contrapicado y aceleraciones propias de
videoclip completan este rompecabezas tan cargado de esas pequeñas
observaciones que Jeunet se ocupó de acopiar durante años y de hacer
coincidir en el guión de este film.
La fauna de personajes que acompañan a Amélie –animada por Audrey
Tautou pero inicialmente imaginada para Emily Watson– es una selva aparte.
Sin embargo, vale la pena destacar la actuación del pez suicida, el enano de
jardín y el mismo Mathieu Kassovitz, quien además de director e hijo de
director –Peter Kassovitz- demostró gran espontaneidad a la hora de encarnar
al freak que oficia de partenaire de la joven.
Resumiendo, Amélie es un film edulcorado. Un paquete de caramelos
de los que se hacen comer todos de una vez. Aunque cuando ya no queda
ninguno, nos preguntamos si de verdad eran tan ricos.
Débora Vázquez