En un aeropuerto se cruzan
Mercedes (Sabrina Garciarena), Ariel (Lucas Crespi), Juan (Damián Canduci)
y Micaela (Verónica Pelaccini). Una voz en off (que será retomada por otro
personaje al final de la película y repetirá el texto resignificándolo) dará
cuenta de estas historias cruzadas que conforman el nudo del film y que se
reparten entre los que se van, los que vuelven, los que esperan, en general
siempre movidos a accionar por amor. Desesperados, desesperanzados,
ilusionados, arrepentidos, los protagonistas viven el amor como pueden o
como las heridas del pasado les permiten.
En algún
momento el espectador comprenderá que las líneas temporales puede que no
sean cronológicas, que hay tiempos simultáneos o que los pasados serán
futuros o viceversa pero ni siquiera ese juego romperá el clasicismo con el
que está planteada Amor en tránsito. Una película que si bien
coquetea con la comedia romántica es más bien lo segundo que lo primero. El
registro de comedia cede su lugar y asoma un intento de reflexión sobre la
soledad, las relaciones en la contemporaneidad, lo difícil del encuentro, el
amor en tiempos posmodernos.
A pesar de
estar centrado en cuatro protagonistas que se relacionan en dúos, el guión
suele empantanarse y repetirse, o por momentos no consigue que los ensambles y
pasajes de historia fluyan naturalmente, lo que hace que el
espectador resienta su atención. Las actuaciones son correctas. La propuesta
sin ser liviana tampoco busca demasiada profundidad ni en el desarrollo de
los personajes ni en la mirada elegida.
Javier Luzi
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