Mezcla de comedia, humor negro y terror, Animalada
es repulsiva e irritante, chocante y exasperante. Simultáneamente es una
propuesta audaz, que necesita un público abierto y libre de prejuicios.
Pero cuidado, que la audacia no es necesariamente sinónimo de calidad.
Alberto, un hombre de un alto estrato social, se instala por dos meses
en una estancia junto a su mujer, para mitigar el stress y el ruido de la
ciudad. Ya desgastada por los años, la pareja parece no haber conocido
nunca la pasión. Superficialidad y vacuidad son algunas de las palabras
que vienen a la mente. Pero este hombre encuentra una luz, una esperanza:
el amor a una oveja.
Sabemos que estas cosas pasan en el campo: no es ciencia ficción. Lo
particular es que aquí le sucede a un hombre de buena familia, y no a un
solitario campesino. En el medio de tanta hipocresía aristocrática, un
episodio semejante es insoportable de ser visto y ni siquiera pensado: una
tragedia.
Al mismo tiempo, el protagonista se va volviendo intolerante a todo lo
humano, mientras que los momentos de mayor calma, relajación y comodidad
son sus encuentros secretos con el animal. Paradójicamente, lo que
comienza a ver como realmente salvaje es... la vida que lleva con su
familia.
Gusten o no la trama y la estética, la primera mitad de la película
goza de una cierta lógica en términos de relato. Promediando la
historia, en cambio, las situaciones se vuelven inverosímiles,
insostenibles desde el guión. Debilidades en las actuaciones e imágenes
gratuitamente morbosas acentúan esta sensación. Quizá se trate de una
elección que tiene que ver con el tono desopilante de la historia, pero
en la medida en que distrae, molesta.
Desde luego que es una apuesta difícil la de Sergio Bizzio, el
director. Como él mismo dijo en una entrevista, no quiso hacer crítica
social, ni plantearse problemas morales con el film. Tampoco quiso llenar
un hueco dentro del cine nacional. Básicamente, se planteó una película
sin motivo alguno, sin otro fin que divertirse. Pero en definitiva, lo
cierto es que si su aparente inutilidad esconde aspectos interesantes,
pesa más lo que tiene de incompleta que su originalidad.