| Hace un tiempo que se viene hablando del cine de acción oriental. Tras la
      americanización de John Woo y Jackie Chan –dos especialistas con
      notorias diferencias de estilo–, algunos trasnochadores afortunados
      apreciaron los films de Takeshi Mikee en las últimas ediciones del
      Festival de Buenos Aires. El estreno de este largometraje de Fukasaku (en
      formato de 35 mm. y con muchas salas a su disposición) conlleva el peso
      de la representación de ese grupo de films que hasta ahora no habían
      tenido su estreno ni siquiera en formato de video. Pero es necesario
      comenzar desvinculando a Batalla real de esos otros films (más o
      menos homogéneos). Primero, porque este anciano director lleva décadas
      filmando; segundo, porque se trata de una película que sólo sorprende en
      sus primeros minutos, para luego desembocar en una historia convencional
      que sólo se diferencia del cine americano por la explícita seguidilla de
      mutilaciones y manguerazos de sangre que emanan de las víctimas.
 La trama es tan simple como
      apocalíptica: en un futuro cercano, la etapa de "rebeldía
      adolescente" se ha transformado en un serio problema para el sistema
      político. Al parecer, los pibes se levantan contra los adultos con
      inusitada violencia y coordinación. El Estado encuentra entonces una
      solución sencilla. Cada año se selecciona a un curso conflictivo para
      participar de una excursión a una isla desierta. Allí se les notifica
      que deben participar de un juego... consistente en pasar 3 días en la
      isla matándose entre ellos hasta que quede uno solo. Si más de uno
      sobrevive, un collar métalico les vuela el cuello en mil pedazos. A cada
      uno le dan un bolso con un arma al azar –desde un largavistas hasta una
      ametralladora– y un mapa de la zona. Para más datos, si alguien piensa
      en sacar los pies del plato, tiene enfrente a Takeshi Kitano (que
      interpreta a un profesor sádico que lleva su mismo nombre) rodeado de
      militares armados hasta los dientes.
       Por más información previa que se
      haya acopiado, el comienzo de Batalla real, provisto de arrolladora
      violencia y humor negro, capta inmediatamente la atención de la platea.
      El problema empieza con el inicio de la batalla, que rápidamente se
      transforma en una rutina ágil... pero previsible. La esperada desmesura
      se confirma en cada asesinato, pero al no ser progresiva se convierte
      rápidamente en una convención del desarrollo. Es curioso: con algo de
      benevolencia, la tolerancia de la violencia "por acostumbramiento"
      podría tomarse como el único objeto de lectura subyacente que ofrece Batalla
      real.
       El resto consiste en la eliminación
      paulatina de los participantes, que exponen sus miedos, odios y egoísmos
      en cada aniquilamiento, a excepción de los buenos, que unidos por
      el amor y los buenos sentimientos buscarán la manera de escapar juntos.
      Como cierre conciliador, Beat Takeshi se reserva un par de gags
      perfectos para las últimas escenas. Ramiro Villani      
     |