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BOWLING FOR COLUMBINE

Estados Unidos, 2002



Largometraje de no ficción escrito, producido y dirigido por Michael Moore.



Escribo estas líneas a un par de semanas de iniciada la invasión a Irak, y a una, más o menos, de la entrega de los Oscar en la que Michael Moore se alzó con una estatuilla por haber dirigido (aunque también escrito, producido y animado) el film de no ficción que nos ocupa. El discurso de "agradecimiento" de Moore debe haber sido el más disonante en la historia de la entrega de premios de la Academia. No sólo repugnó la sangrienta escalada militar del gobierno de su país, sino que lo hizo sintéticamente, en voz alta, sin trepidar ante los abucheos de ciertos plateístas y las caras de circunstancia de la mayoría, contraviniendo expresamente las nefandas directivas previas de los mandamases del evento, que exigieron acotar todos los discursos a la cuestión "artística".

Antes, y sobre todo después, los periodistas destacaron la condición de showman de Moore. Algo de eso hay. Lo suyo en la noche del Oscar fue también un soberbio espectáculo de no ficción escrito, producido e interpretado por él mismo. Más aun: toda la noche, como tal, terminó siendo un poco de Michael Moore (si una vez más alguien se empeñase en encontrar al "gran ganador" de la velada, ese sería nuestro hombre), así que en parte, y a su modo, la fiesta también lo tuvo de director.

Bowling For Columbine es un producto coherente de este showman original, cojonudo y entusiasta. También es un producto ocasionalmente disperso, pero siempre cargado de convicciones, ideas e inspiración.

El tema puede resumirse en tres preguntas, la primera de las cuales involucra a las otras dos. ¿Qué tienen los americanos con las armas de fuego? ¿Por qué tantos de ellos están armados? ¿Por qué tantos disparan sus armas en contra del prójimo? El tratamiento es de lo más ambicioso porque se propone sustentar esas preguntas (demostrar la situación en imagen) y, a su vez, perseguir respuestas. O más exactamente, producirlas. Ya el rodaje abunda en reportajes en los que Moore, desde su rol de entrevistador, directamente escupe las preguntas motoras del film a sus entrevistados. Efectivamente, la búsqueda de respuestas muchas veces nos lleva directamente a otras personas; a pedirles opinión. Por este lado lo de Moore es admirablemente humilde, ya que pide opinión a muchas clases de personas, incluidas algunas con las que no se identifica ni medio: el "hiperarmamentista" Charlton Heston, el productor de "Cops" (especie de reality policial que demoniza a marginales, negros y latinos), etc. Esto es un poco más complejo sin embargo, a ver: hay una hilacha de identificación; Moore es socio de la Asociación Nacional del Rifle que preside Heston, y hasta piensa el espectáculo un poco como el productor de "Cops"... pero el resto es confrontación, conflicto. Y el conflicto y la confrontación forman parte del proceso de cualquier búsqueda. Así que enhorabuena para Michael Moore por haber confiado en ellos, por haberse entregado a ellos hasta convertirlos en la estructura misma de su película.

Por supuesto que el film también recurre a otras fuentes: esencialmente material de archivo (estupendamente montado) y datos estadísticos. Moore va a varios lugares adonde "hubo acción", empezando por la escuela Columbine, sede de la tremenda y famosísima masacre perpetrada por un chico sobre sus pares. Allí, en lugar de "reconstruir" la violencia mediante dramatizaciones artificiosas (un método muy habitual), busca recuperar la esencia, el núcleo del conflicto, de la situación. Eso lo lleva a interpelar alumnos, ex alumnos dos de ellos, víctimas, padres y ejecutivos de empresas. Empresas como K-Mart, el hipermercado que proveyó (legalmente, cobradas por línea de cajas) las balas que utilizó el joven criminal, y que es objeto de un particular y muy exitoso escrache organizado por el cineasta. O empresas constructoras de armas de destrucción masiva, como la Lockheed, que estampa la leyenda "Somos Columbine" sobre sus misiles. En estos casos la confrontación surge naturalmente, inevitablemente, visceralmente. Y la hipocresía y la honestidad se dividen de tal modo que resulta imposible no sorprenderse, indignarse y palpitarlo todo, o casi todo, desde el lado del entrevistador.

Del film surge que Moore no se lanzó a la ruta virgen, sino con un montón de ideas, sensaciones e intuiciones sobre el tema. Lo interesante es ver "en vivo y en directo" cómo va afirmando algunas y renunciando a otras. (Todo esto se impone así, se aprecia así, más allá de las técnicas con las que pueda haber falseado, torcido o acomodado la "realidad real" en algunos momentos.) La primera hipótesis del realizador, por caso, reza que todas esas muertes se deben a la laxitud de una legislación que permite adquirir armas y proyectiles a quien lo desee. Pero luego avanza... y duda, porque descubre que en Canadá hay aun más armas por habitante y, sin embargo, los canadienses no se matan entre ellos. El film da un golpecito de timón, entonces, para tantear una segunda hipótesis que explicaría el fenómeno en función de la historia sangrienta si las hay sociocultural y política de los Estados Unidos. Un fragmento animado alla "South Park" (uno de cuyos realizadores también es entrevistado por Moore) ilustra esta línea de análisis, que apunta al temor culpógeno que la esclavitud provocó en la psiquis de los esclavistas y sus descendientes: la presunción de que los negros (y más en general, los "otros") están prestos a lanzárseles sobre la yugular. Una tercera línea, finalmente, busca aprehender el tema desde el ángulo de la paranoia pérfidamente inoculada por los medios masivos de comunicación. Se expone, por ejemplo, que mientras el crimen real descendió un 20%, la cobertura televisiva de los crímenes (mediante noticieros amarillos y realities como "Cops") creció un 600%. Ergo: los americanos no sólo viven con miedo de ser atacados sino con la certeza de que lo están siendo; esto los lleva a armarse y gatillar.

Que las dos últimas hipótesis sean mucho más jugosas que la primera indica que Bowling For Columbine va de menor a mayor, y esto es muy bueno para cualquier película. Pero también demuestra la validez del "método de la confrontación"; sus frutos. Por si fuera poco, ambas hipótesis, lejos de oponerse, se complementan y enriquecen, con lo que están llamadas a enriquecer el punto de vista del espectador. Por lo demás, esa especie de psicosis, y los "asesinatos preventivos" a los que conduce, no pueden menos que asociarse con esta segunda Guerra del Golfo, con este asesinato preventivo a gran escala al que esos mismos medios oficiales hacen lo imposible por justificar. El film abona deliberadamente estas y otras conexiones ya desde el comienzo, con esa voz en off que tiene algo de Groucho Marx describe indiferentemente un día como todos en la vida de la gran nación: "... los niños van a la escuela (...) los adultos hacen sus trabajos (...) el Presidente bombardea otro país cuyo nombre es incapaz de pronunciar". Quiero decir que, por momentos, lo que se ve en pantalla asume el rol de profecía y crítica de la masacre real, más grande que el cine, a la que estamos asistiendo.

Bowling For Columbine los hará pensar durante pero también después, mucho después incluso, de proyectadas las imágenes. Vayan, vean cómo trabaja Michael Moore.

Guillermo Ravaschino      


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