Estamos en Pasadena. Corre el año 1962 y, mientras ruedan los créditos, Buscando a
Eva se encarga de recordarnos el más célebre de los episodios que jalonaron la
Guerra Fría: la crisis de los misiles soviéticos instalados en Cuba. Lo hace mediante
mensajes televisados de John Kennedy y otras imágenes de archivo en blanco y negro. Poco
después, ya en colores, la acción propiamente dicha nos presenta a Helen y Calvin
Webbers (Sissy Spacek y Christopher Walken), un matrimonio tipo... con algunas
particularidades. Es que papá, además de poseer una respetable fortuna, debe ser la
persona más afectada por la en ese entonces galopante paranoia nuclear.
Hombre obsesivo si los hay, Calvin aplica su conocimiento de las ciencias a la
construcción de un refugio subterráneo, concebido para albergarlos a él, su mujer y el
benjamín (Adam, nacido a poco de comenzar el film) durante el tiempo que fuere necesario.
Por una de esas confusiones que siempre tienen a mano las películas, Mr. Webbers cree que
cayó la bomba y todos se meten en el búnker, del que no saldrán hasta que el
peligro radiactivo se haya disipado por completo.
Estamos en Pasadena y corre el tiempo
actual cuando los Webbers abren las puertas del refugio. Transcurrieron nada menos que 35
años. Es la edad de Adam (Brendan Fraser), convertido por el aislamiento en un
niño-adulto cultivado (aprendió varios idiomas y el arte de la danza de sus padres),
refinado (es de lo más caballeresco), absolutamente inocente. Y por supuesto, célibe.
Adam necesita una chica. Y como esta es una comedia romántica hollywoodense, descuenten
que la tendrá. Como que se llama Eva (Eve) y él, Adán. La muchacha está compuesta por
Alicia Silverstone, la teenager cínica, rubia y fatal más cotizada de los
últimos tiempos (aunque ya no es teenager y cada vez luce menos rubia).
Hay varios niveles en la fábula de
Hugh Wilson. Uno tiene que ver con la década del 60, que se lleva el primer largo tramo
de la narración. Por momentos el film parece querer escarbar en la paranoia antirrusa,
que es todo un tema, y en otros amaga con una evocación cultural a partir de ciertas
costumbres de los Webbers y de los adminículos del refugio (que es casi idéntico a la
"típica casa sesentista" de la familia). Pero ambas líneas quedan en esbozo,
con lo que el segmento "bajo tierra" peca de extenso. Más aun cuando, llegada
la actualidad, queda en claro que sólo oficiaba de prólogo para una comedia romántica
estrictamente apoyada en las más añejas y probadas leyes del rubro. A ver si
lo ponemos así: lo que Buscando a Eva tiene de original está trunco y funciona
como excusa, mientras que su esencia no podría ser más convencional.
Y "convencional" no es una
mala palabra, siempre y cuando las convenciones sean el marco de unos apuntes, pinceladas,
o tan siquiera toques originales. Pero no hay mucho de eso aquí. Los chistes son
mayormente prefabricados tendrá Ud. la sensación de haberlos escuchado antes
y las etapas son las de siempre. Antipatía inicial (básicamente de la chica),
acercamiento progresivo, distanciamiento penúltimo, palo y a la bolsa. Buscando a Eva
también ofrece incontables rasgos de aquellas fábulas en las que un salvaje se civiliza
de la mano de su futura (o futuro) cónyuge, con lo que entre sus influencias podrían
citarse desde un par de clásicos hollywoodianos hasta telenovelas protagonizadas por
Leonor Benedetto y Luisa Kuliok.
Brendan Fraser tiene el physique du
rôle perfecto para el personaje que le tocó en suerte. Es más, lleva varios
títulos explotándolo (Dios quiera que no lo encasillen de por vida en la categoría
inocente/tontolón). Alicia Silverstone es tan igual a sí misma que ya cansa. No obstante
o tal vez por eso saltan ciertas chispas cada vez que Eva se deja impresionar
por Adán.
Guillermo Ravaschino
|