Tulio y Miguel son ladrones de poca monta que viven de
pequeñas estafas perpetradas contra los marineros de un puerto español, allá por el
1500. Una apuesta colocó en sus manos un mapa que conduce a El Dorado, esa ciudad
"de la que se puede sacar oro hasta de las paredes". Por error, empero, son
subidos a uno de los barcos de Cortés, explorador de la Corona que marcha al nuevo mundo
en busca de riquezas. Ya en alta mar, son descubiertos y encerrados en mazmorras. Pero con
la ayuda de Altivo, el caballo de Cortés, logran huir en un bote salvavidas. Cuando todo
parece perdido, encallan en costas americanas y siguiendo el mapa llegan a la
mítica ciudad, adonde son confundidos con dioses. Su plan es huir de allí con el oro
aprovechando la confusión, pero un sumo sacerdote con sed de sangre humana y Cortés (que
les sigue los pasos) harán que no todo les sea tan fácil.
Esta producción de la empresa Dreamworks, comandada
por Steven Spielberg, David Geffen y Geoffrey Katzenberg, no tiene demasiadas novedades en
el campo de la animación: dibujos tradicionales combinados con imágenes digitales 3D
para un show de colores (eso sí) como pocas veces se ha visto, en una historia que tomó
prestado un poco de Pocahontas y mucho de las "buddy-movies" y los films
de Indiana Jones. Todo, por supuesto, bajo la férrea batuta del marketing. El camino
hacia El Dorado no es tan mala ni tan aburrida como podría imaginarse: frente a
opciones como el Dinosaurio de Disney, el Pantriste de García Ferré y los Pintín
de Telefé, el cartoon dirigido por Bibo Bergeron y Will Finn se perfila como
un título recomendable.
La (¿inevitable?) corrección política de este film es bastante rara: el humanismo de
Tulio y Miguel (opuesto a los ritos sangrientos que el sacerdote Tzekjel-Kan reclama)
comparte pantalla con un tórrido e ilegal amorío entre Tulio y Chel, una india que
lejos de la inocencia de Pocahontas es tanto o más pícara que los
aventureros. Los tramos musicales han sido doblados al español, como así las voces de
los personajes (que en Estados Unidos son uno de los principales atractivos), y en general
resultan entretenidos. Junto con Toy Story y los productos de Pixar, y a pesar de
su perfil marketinero, El camino hacia El Dorado integra el ala menos rancia de una
industria que se diversificó notablemente durante la década pasada, cuando el formato
Disney le empezó a quedar chico a realizadores como Katzenberg (que era uno de los
capitanes del emporio) y, paralelamente, la agotada usina de Hollywood comenzó a absorber
a los creadores del viejo continente (Bibo Bergeron es un notable de la animación
francesa).
Máximo Eseverri
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