Casi hermanos contrapone a dos personajes que se
conocieron de niños, pertenecen a estratos sociales diferentes y, en el
presente de la narración –ubicados en las antípodas–, "leen" ese pasado desde
sus respectivos lugares, proyectando posibles soluciones para el futuro. Miguel
es blanco,
abogado y diputado; Jorge es negro, hijo de un sambista y líder desde la cárcel
de un comando armado juvenil que domina una favela.
Parece que la
industria cinematográfica brasileña tiene con qué, si nos dejamos llevar por
estos "tanques". Todos los años nos presentan una de cárceles o favelas;
ahora tenemos ambas locaciones en una.
Pálido y comprometido (desde una postura de
derecha de su directora Lucia Murat), el planteo da cuenta de una visión
crítica sobre la izquierda brasileña y apenas nos devuelve una película
maniquea, ideológicamente jodida, bien filmada y con buena música. El
problema principal es que sobran los discursos y faltan las razones,
equivocadas o no, de por qué pasan las cosas que pasan y el guión se
preocupa en relatar.
Mauricio Faliero y
Javier Luzi
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