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CERCA DE LA FRONTERA

Argentina, 1999


Dirigida por Rodolfo Durán, con Claudio Gallardou, Ulises Dumont, Leonor Manso, Víctor Laplace, Alberto Benegas, Mirna Suárez, Paula Pourtalé.



Cerca de la frontera es el primer largometraje del argentino Rodolfo Durán, quien comenzó a escribirlo en 1990, cuando se enamoró de Jujuy mientras oficiaba de asistente de Miguel Pereira en el rodaje de La última siembra, y sintió que su opera prima también debía acontecer allí. Casi diez años pasaron antes de que pudiera concluirla y estrenarla, pero Durán no cejó. Más allá de cierta rigidez de primerizo, queda claro el compromiso del cineasta con su material. Se nota que pensó, escribió, repensó y corrigió varias veces la historia de Esteban (Claudio Gallardou), un periodista de Buenos Aires que decide exiliarse cuando la dictadura militar, ofuscada por una nota que publicó en un matutino, le revienta la casa. Esteban pone rumbo a La Quiaca con la idea de pasar a Bolivia, pero los controles militares fronterizos lo obligan a recular. Y se refugia en casa de Gabriel (Ulises Dumont), un cura progresista y afectuoso que lo toma virtualmente en adopción. En ese pueblito caído del mapa Esteban conocerá a un puñado de almas que le ayudarán a sobrellevar ese exilio improvisado, incierto, y a otras que se lo complicarán.

El hecho de que el film no revele qué decía el artículo de la discordia ni las otras notas que escribía Esteban, como así tampoco cuáles eran sus ideas políticas, refuerza un añejo malentendido en el que el cine de este país incurre cada vez que revisa los años más aciagos de nuestra historia reciente. Los perseguidos políticos a los que refleja Esteban, como los muertos y los desaparecidos, supieron tener convicciones por las que se jugaron hasta el caracú, arriesgando sus vidas sin pensarlo dos veces. La ignorancia, el conservadurismo o una timidez inexplicable, por no decir imperdonable, han llevado una y otra vez a nuestros directores a diluir esa identidad en un mar de personajes "inocentes". Acá, las ideas y la combatividad de Gabriel, el cura de provincias, están medianamente delineadas. A las de Esteban se las extraña.

Dumont y Gallardou están bastante bien en sus papeles. Víctor Laplace y Paula Pourtalé, como el mejor amigo y la ex de Esteban ahora convertidos en pareja, no escapan a la mentada rigidez que, para el caso, los pone a recorrer despachos oficiales para rastrear el paradero del protagonista (quien decide no dar señales de vida en bien de su seguridad). Las caras y los diálogos de estas dos criaturas aparecen impostados, como si buscaran al personaje principal "de compromiso", o no del todo convencidos, y algo parecido le sucede al film cada vez que expone esas escenas. Leonor Manso compone a la madama de un prostíbulo menesteroso que se erige al pie de los cerros. No es una madama cualquiera, ya que colabora con los perseguidos confeccionando documentos falsos. Y aunque esto no es del todo creíble, Manso aporta la suficiente dosis de convicción y encanto como para compensarlo. El conflicto propiamente dicho viene de la mano de Don Javier (Alberto Benegas), el empresario hotelero local cuya codicia ilimitada –y un poquito subrayada– se perfila como "aliada natural" del régimen.

También hay una guerrillera que viene de Salta, y no por estar de paso dejará de hacer buenas migas, y algo más, con el protagonista. Más allá de Mirna Suárez, que da con el perfil del rol, vuelven las infaustas indeterminaciones políticas. "La cosa está difícil", dice la joven al llegar, y ya nada más sabremos de su causa. El paisaje, en cambio, dice lo suyo: ensancha la soledad, pero también la comprensible plenitud que alcanza cada tanto a Esteban.

Guillermo Ravaschino