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LA CHICA DEL PUENTE
(La Fille Sur Le Pont)

Francia, 1999



Dirigida por Patrice Leconte, con Vanessa Paradis, Daniel Auteuil, Claude Aufaure, Farouk Bermouga, Bertie Cortez, Nicola Donato.



Si era necesario reafirmar el alcance de la auténtica mirada romántica de un autor como Patrice Leconte (La noche es mi enemiga, El marido de la peluquera, La maté porque era mía, El perfume de Ivonne, Juegos peligrosos), esta película es la prueba que faltaba. Y no necesariamente porque sea su obra maestra, que, de hecho, no lo es (hasta ahora, esa distinción va para El marido de la peluquera), sino porque La chica del puente muestra la versatilidad de un director que puede mantenerse fiel al corazón de su obra mientras se permite introducir significativos cambios formales.

Como punto de partida, Leconte toma el "encuentro casual" –una marca registrada presente en toda su obra– entre Adele (Vanessa Paradis), una chica muy hermosa pero sin mucha suerte, hastiada de varias desilusiones amorosas, y Gabor (Daniel Auteuil), un melancólico lanzador de cuchillos de 55 años en búsqueda de una partenaire. Adele está a punto de sumergirse en las aguas del Sena, pero Gabor la convence de que se permita una nueva oportunidad, convirtiéndose así en su asistente y, a la vez, en el blanco humano de su acto circense. Si bien inicialmente la relación que los une aparenta ser meramente profesional, sin ningún tipo de dependencia carnal o sentimental, gradualmente, sin prisa ni pausa, los deseos más ocultos y las "coincidencias" van a ir dejando sus marcas en esta pareja de excéntricos nómades.

Trabajando sobre territorio ya conocido, aquel del amour fou, pero dándole una vuelta de tuerca al adoptar la estructura de un cuento de hadas moderno, Leconte conduce una nueva y astuta exploración de la impredecible y elusiva naturaleza del deseo, atravesada por los conflictivos y riesgosos caminos en los que los amantes se encuentran y se pierden en su búsqueda frenética por establecer relaciones duraderas. La vuelta de tuerca no solo está presente en el formato de cuentos de hadas moderno, sino también en cambios formales puntuales. La chica del puente es la primera película de Leconte filmada en un luminoso blanco y negro de tersa textura. Y no es una elección gratuita ni preciosista. Sólo las luces y las sombras podían dar cuenta de las vidas de estos personajes que se embarcan en un viaje desde la negrura hacia la luz; que mantienen sus anhelos en la más profunda oscuridad.

Contrastando con sus películas anteriores, aquí el montaje inquieto y ágil funciona expresivamente representando la pasión reprimida de la pareja que hace tantos esfuerzos para mantenerse a distancia como para acercarse, del mismo modo que las magistrales escenas de los lanzamientos de cuchillo son efectivas metáforas de la invisible tensión inmersa en el más puro romanticismo.

Se sabe que todas las historias ya fueron contadas y, probablemente, más aun las historias de amor. El desafío está en encontrar un modo de la narración que las convierta en "nuevas historias". Ese es otro mérito de La chica del puente.

Pablo Suárez      


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