HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















COMO CAIDO DEL CIELO
(Just The Ticket)

Estados Unidos, 1999


Dirigida por Richard Wenk, con Andy Garcia, Andie MacDowell, Richard Bradford, Laura Harris, Andre B. Blake, Patrick Breen, Elizabeth Ashley.



Como caído del cielo
es una comedia romántica muy menor. No por su ligereza (¿a quién se le ocurriría reclamarle gravedad a una comedia?) sino por su mediocridad. Desde las peripecias que vertebran la trama hasta los diálogos que pronuncian los personajes, pasando por su factura técnica, todo resulta tan rutinario que a los cinco minutos de empezada uno ya tiene la sensación de haber visto la película completa. No una sino cien veces, varias de ellas sobre un avión. Sí, el film protagonizado por Andy García es de esos títulos que, honrosas excepciones al margen, eligen las aerolíneas para adormecer a los pasajeros durante los viajes.

La rutina dice que una comedia romántica debe arrancar protagonizada por un loser. Ahí está Gary Starke (García), un simpático revendedor de entradas que vive al día y al margen de la ley. Cualquier clase de boletos le viene bien: pases para el Museo de Bellas Artes y plateas para el Super Bowl –claro está– pero también unas para ver de cerca al Sumo Pontífice en su inminente visita a las pampas norteamericanas (por supuesto que esto conlleva la presencia del "doble papal oficial", un extra que ya apareció en el cine por lo menos una docena de veces). Y ahí está Linda Palinsky (Andie MacDowell), esa chica que después de ocho años de noviazgo dice no va más. Lo que no está del todo claro es qué es exactamente lo que no se "banca". ¿Acaso la inmadurez de Gary, cuya falta de rumbo y metas lo asemeja a un infante? ¿Tal vez su ilegalidad? ¿O será su falta de dinero?

La rutina dice que el perdedor debe tener algún encanto, o talento. Gary los tiene, son sus destrezas de timador y desfilan en una apretada seguidilla de secuencias. Una de ellas lo hace ingresar en la tienda de electrodomésticos en la que trabaja Linda (que aspira a convertirse en chef pero –como dicen en Manhattan– "tiene que pagar la renta") para mostrar cómo le vende un televisor de 43 pulgadas a un "cliente difícil". Otra lo exhibe embaucando a un contingente de turistas japoneses. Pero la verdad es que dicho cliente no es tan difícil como oligofrénico, y algo parecido ocurre con los japoneses. Todo sucede con tanta velocidad como la que debe haber presidido la confección del guión. Y se nota por todos lados. En especial en la permanente sonrisa de García, que contrasta con la paupérrima calidad de los chistes y parece acusar, en cambio, el suculento cachet que su condición de productor le permitió adjudicarse a sí mismo como intérprete.

La rutina, finalmente, dice que esta clase de anécdotas debe cerrarse con el broche del final feliz. Y Como caído del cielo no repara en ningún tipo de sutilezas a la hora de perseguirlo. Esto incluye la respuesta al interrogante de dos párrafos más arriba acerca de la insatisfacción de Linda: un departamento flamante, escriturado en regla, la pone tan contenta que ni siquiera se acuerda de preguntarle al loser de dónde sacó la plata para comprarlo.

Guillermo Ravaschino