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COMO PERROS Y GATOS
(Cats & Dogs)

Estados Unidos, 2001


Dirigida por Larry Guterman, con Jeff Goldblum, Elizabeth Perkins, Alexander Pollock.



Como viene aconteciendo en los últimos años, la yerma programación veraniega (del Norte) se resigna a la exhibición de dos fenómenos endémicos: las producciones infantiles y las inminencias de destrucción humana (hasta el 11 de septiembre último, desde luego). Así, Cats And Dogs se encarga no sólo de congregar ambos prodigios, sino de aderezarlos con el que parece ser el sello de esta temporada: la animación.

En esta ocasión, el director Larry Guterman, responsable de Antz, cuenta con la intervención de animales reales a los que se aplican movimientos y gesticulaciones generadas por ordenador, recurriendo a la tecnología digital y los animatronics de la factoría Henson. El resultado son unos animales que poco tienen de comportamiento natural y espontáneo, y que con su excesiva figuración rozan la autocaricatura.

Lou, un ingenuo y ambicioso Beagle, abandona casualmente la monotonía rural para embarcarse en la importante misión de conservar la afable consideración que los humanos tienen sobre los perros. Convertido en un espontáneo agente deberá custodiar la tan deseada fórmula antialergias del profesor Brody, su nuevo dueño. Sólo así, conseguirá evitar que el despótico Mr. Trinkles aplique su dictatorial propósito de hegemonía.

La aparentemente inofensiva guerra librada entre perros y gatos adopta en el film un carácter irrisoriamente épico, según las coordenadas que Hollywood dicta en concepto de defensa ante cualquier amenaza externa. En Como perros y gatos un grupo de agentes caninos suplantan al ya habitual reducto de soldados americanos, prodigándose el rol invasor al manojo de torpes felinos liderados por Mr. Trinkles.

Pero si medio siglo atrás el mundo entero se sorprendía ante un animal parlante como la mula Francis, hoy su originalidad ha ido menguando hasta alcanzar el ostracismo. La insistencia con que Hollywood produce dichas entregas seriadas (Babe, Stuart Little, Dr. Dolittle...) va encaminada a hacer de la recreación del mundo animal, como universo idéntico al nuestro, un neogénero hierático. A la luz de las experiencias citadas y la que nos ocupa, podríamos augurar un escaso futuro a dicho pseudogénero. La exhibición, en clave de humor, de osados animales que emprenden una hazaña de liberación deviene un argumento aburrido y monótono. Pero, al parecer, pocas productoras americanas muestran interés por innovar el esquema. Así, el único propósito evolutivo es el sugerido por la técnica, siendo algunos de los más claros ejemplos las recientes Bichos y la mencionada Antz.

Unicamente las primeras escenas del film, narradas mediante inusuales movimientos de cámara, evidencian un carácter novedoso. La constante combinación de cámara subjetiva y cámara al hombro sorprenden por su aplicación como recurso infractor del idealismo que define a las películas infantiles.

No obstante, conforme avance la cinta, las expectativas creadas durante las primeras secuencias irán siendo eclipsadas por cada nuevo tópico con que se tope el espectador, sepultando la inicial esperanza de enfrentarse a un film diferente al resto.

Exceptuando estos ingenuos guiños técnicos, Como perros y gatos no aporta ninguna novedad. Concebida en base a un desencantado guión de John Requa y Glenn Ficarra, pretende suplir la falta de imaginación con dosis de humor neutro, pues ni siquiera se aproxima a la ironía sarcástica de una de las grandes sorpresas del verano: Shrek. Pero, probablemente, al público infantil le siga gustando ver cómo sus mascotas favoritas hablan, piensan y actúan y, en mayor grado, cómo dichos animales imitan a algunos de los héroes de la gran pantalla con sus saltos, luchas y efectos bondianos.

En efecto: los protagonistas procuran amenizar el film con una reproducción del género de acción, apelando a la mítica saga de James Bond y combinando la reciente tecnificación de films como The Matrix o Misión imposible con todos los elementos del cine de espionaje que proliferó durante la década del 40.

Así, entre el tópico y la mediocridad, evoluciona esta película. Hasta que consigue desesperar con su última escena: un dramático happy end con inconfundibles connotaciones épicas.

José Tirado     


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