Como viene aconteciendo en los últimos años, la yerma programación
veraniega (del Norte) se resigna a la exhibición de dos fenómenos
endémicos: las producciones infantiles y las inminencias de destrucción
humana (hasta el 11 de septiembre último, desde luego). Así, Cats And
Dogs se encarga no sólo de congregar ambos prodigios, sino de
aderezarlos con el que parece ser el sello de esta temporada: la
animación.
En esta ocasión, el director Larry
Guterman, responsable de Antz, cuenta con la intervención de
animales reales a los que se aplican movimientos y gesticulaciones
generadas por ordenador, recurriendo a la tecnología digital y los
animatronics de la factoría Henson. El resultado son unos animales que
poco tienen de comportamiento natural y espontáneo, y que con su excesiva
figuración rozan la autocaricatura.
Lou, un ingenuo y ambicioso Beagle,
abandona casualmente la monotonía rural para embarcarse en la importante
misión de conservar la afable consideración que los humanos tienen sobre
los perros. Convertido en un espontáneo agente deberá custodiar la tan
deseada fórmula antialergias del profesor Brody, su nuevo dueño. Sólo
así, conseguirá evitar que el despótico Mr. Trinkles aplique su
dictatorial propósito de hegemonía.
La aparentemente inofensiva guerra
librada entre perros y gatos adopta en el film un carácter irrisoriamente
épico, según las coordenadas que Hollywood dicta en concepto de defensa
ante cualquier amenaza externa. En Como perros y gatos un grupo de
agentes caninos suplantan al ya habitual reducto de soldados americanos,
prodigándose el rol invasor al manojo de torpes felinos liderados por Mr.
Trinkles.
Pero si medio siglo atrás el mundo
entero se sorprendía ante un animal parlante como la mula Francis, hoy su
originalidad ha ido menguando hasta alcanzar el ostracismo. La insistencia
con que Hollywood produce dichas entregas seriadas (Babe, Stuart
Little, Dr. Dolittle...) va encaminada a hacer de la
recreación del mundo animal, como universo idéntico al nuestro, un
neogénero hierático. A la luz de las experiencias citadas y la que nos
ocupa, podríamos augurar un escaso futuro a dicho pseudogénero.
La exhibición, en clave de humor, de osados animales que emprenden una
hazaña de liberación deviene un argumento aburrido y monótono. Pero, al
parecer, pocas productoras americanas muestran interés por innovar el
esquema. Así, el único propósito evolutivo es el sugerido por la
técnica, siendo algunos de los más claros ejemplos las recientes Bichos
y la mencionada Antz.
Unicamente las primeras escenas del
film, narradas mediante inusuales movimientos de cámara, evidencian un
carácter novedoso. La constante combinación de cámara subjetiva y
cámara al hombro sorprenden por su aplicación como recurso infractor del
idealismo que define a las películas infantiles.
No obstante, conforme avance la
cinta, las expectativas creadas durante las primeras secuencias irán
siendo eclipsadas por cada nuevo tópico con que se tope el espectador,
sepultando la inicial esperanza de enfrentarse a un film diferente al
resto.
Exceptuando estos ingenuos guiños
técnicos, Como perros y gatos no aporta ninguna novedad. Concebida
en base a un desencantado guión de John Requa y Glenn Ficarra, pretende
suplir la falta de imaginación con dosis de humor neutro, pues ni
siquiera se aproxima a la ironía sarcástica de una de las grandes
sorpresas del verano: Shrek. Pero, probablemente, al público
infantil le siga gustando ver cómo sus mascotas favoritas hablan, piensan
y actúan y, en mayor grado, cómo dichos animales imitan a algunos de los
héroes de la gran pantalla con sus saltos, luchas y efectos bondianos.
En efecto: los protagonistas
procuran amenizar el film con una reproducción del género de acción,
apelando a la mítica saga de James Bond y combinando la reciente
tecnificación de films como The Matrix o Misión imposible
con todos los elementos del cine de espionaje que proliferó durante la
década del 40.
Así, entre el tópico y la
mediocridad, evoluciona esta película. Hasta
que consigue desesperar con su última escena: un dramático happy end con
inconfundibles connotaciones épicas.
José Tirado
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