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COMODINES

Argentina, 1997


Dirigida por Jorge Nisco y Daniel Barone, con
Carlos Andrés Calvo, Adrián Suar, Rodolfo Ranni, Nancy Duplaá, Patricia Viggiano.



La millonaria campaña de promoción de Comodines subrayó muy machaconamente el punto: si el fiIm tuviera subtítulos, podria pasar perfectamente por una producción norteamericana. En efecto, el primer largometraje protagonizado por Adrián Suar (y dirigido por los responsables de la teleserie Poliladron, que aportó a muchos otros miembros del equipo técnico) abreva en una de las fórmulas más convencionales del cine yanqui de segunda Iínea: el buddy thriller, protagonizado por una pareja de policías que al principio se llevan mal, pero que al calor de una misión, muy previsiblemente, irán haciendo migas. Un subgénero en el que los tiroteos, explosiones y persecuciones son las auténticas stars, con personajes desdibujados al servicio de argumentos impersonales. Comodines nació con vocación mezquina.

Suar encarna al policía federal Guillermo Parodi, mientras que Carlos Andrés Calvo, quien no aparecía en la gran pantalla desde Adiós Roberto (1984), compone al "Loro" Lorenzi, de la Bonaerense. Se unen para desbaratar una poderosa banda de narcos que tiene a numerosos infiltrados en la fuerza. Habrá una violenta operación en una dársena deI puerto (la que abre el film con un despliegue de efectos especiales a la altura de los afiches), otra que empieza en Avenida de Mayo y Florida y prosigue en el subterráneo, varias en las que se busca deslumbrar al público con escenarios paquetes (club de golf, suntuosa casaquinta) y la infaltable secuencia en el galpón abandonado en el que los villanos cuentan bolsas con el consabido polvo blanco cuando ¡zas!, llegan los héroes y se pudre todo. El guión cobija inconsistencias como la del episodio de Florida, que está puesto en escena como si fuera una publicidad, e incongruencias de todo tipo, acaso encabezadas por los intercambios de información top secret en conversaciones de pasillo. Una suerte de superficialidad esencial convierte a los 20 kilos de explosivos que se utilizaron, a los 20 dobles de riesgo que expusieron su pellejo, a los autos que se destruyeron y aun a la creíble jerga policial (que Suar domina gracias a esa estrecha colaboración con los uniformados que nació con Poliladron) en una utilería descolgada, en un derroche. Fuegos fatuos a los que unos cuantos capítulos de la teleserie, en todo caso, supieron sacarle más y mejor jugo.

Las subtramas amorosas –Suar con Nancy Duplaá y Calvo con Patricia Viggiano– cumplen a la perfección con la función decorativa que Ies espera en esta clase de producciones. A la química entre los protagonistas, en cambio, Ie cuesta horrores aflorar. Calvo sólo convence mientras hace de Carlín, y esto a contrapelo de la trama, en tanto que la condición de intérprete nunca ha sido el plato fuerte en la cocina de Adrián Suar, que nutre al poli éste con la misma batería de recursos con que hizo de ladrón en la pantalla chica. Peinado incluido.

Guillermo Ravaschino      

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