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EL CORAZON ES ENGAÑOSO, POR SOBRE TODAS LAS COSAS
(The Heart Is Deceitful Above All Things)

Inglaterra-Francia, 2004



Dirigida y protagonizada por Asia Argento, con Jimmy Benett, Peter Fonda, Ben Foster, Ornella Mutti, Kip Pardue, Kara Kemp, Dylan Sprouse, John Robinson.



El corazón es engañoso, por sobre todas las cosas cuenta la historia de Jeremiah, un niño que es extraído por la fuerza de la ley de su apacible hogar adoptivo para ser devuelto a su madre biológica, una prostituta drogadicta llamada Sarah, que acarrea serios trastornos emocionales. Juntos viajan interminablemente por las rutas de Estados Unidos, intentando escapar del inexorable destino que les ha tocado. Se trata de un descenso a los infiernos, donde el niño (con el que la cámara nos obliga a identificarnos) será drogado, abandonado, golpeado y abusado sexualmente, todo ello en reiteradas ocasiones.

Lo curioso es el estilo con que Asia Argento nos introduce en este viaje traumático. La directora tiene la virtud de mantener siempre la distancia formal necesaria para no caer en el golpe bajo ni en la sensiblería, resolviendo las escenas más fuertes con elusiva creatividad. Gran ejemplo, el momento en el que el niño se identifica con su madre e intenta ocupar su lugar. Se pinta, se viste y se maquilla como ella y seduce a uno de sus tantos padrastros temporales. Antes que la seducción comience, el niño se mira al espejo y ve la imagen de su madre. Acto seguido, vemos a Sarah seducir al amante, pero nos damos cuenta de que éste se dirige a ella como Jeremiah. Sabemos exactamente lo que esta ocurriendo, pero no nos vemos obligados a presenciarlo con explicitud visual.

El mundo que muestra El corazón... no es real, sino hiperbólico, y la combinación genérica entre parodia (de la religión, la familia, el Estado y la ignorancia del norteamericano medio), road-movie y surrealismo ayuda a la película a encontrar el tono adecuado: lo suficientemente dramático como para conmover, lo necesariamente exagerado como para distanciar (aunque a veces se le va la mano, especialmente cuando la parodia se vuelve demasiado caricaturesca y los personajes pierden todo rasgo de humanidad).

Una de las virtudes fundamentales de El corazón... es su cuidado trabajo estético sobre el costado psicologista de la historia. La explicación psicológica suele ser grosera y dialogada en el cine (pensemos en tanto policial fallido que quiere esclarecer los motivos del criminal dejando de lado la progresión narrativa). Pero la ausencia de explicación podía dejar a un film como éste en la mera provocación política (recordemos Palindromes y casi todo el cine de Todd Solondz como gran bodrio de la transgresión vacía). Una salida posible: la vertiente fantástica que elude la psicología cubriendo a la historia de destinos fatales, mitos y símbolos religiosos, inexplicables por la vía racional. El corazón... amaga varias veces con adoptar esta postura (las progresivas alucinaciones producto de la locura y de las drogas, la mencionada sugerencia estética de que estamos ante un descenso a los infiernos), pero nunca termina de jugarse completamente por esa opción.

Su alternativa es destinar a la puesta en escena la función de explicar dosificadamente los motivos de los traumas de los personajes. Como cuando Jeremiah, que ha sido abandonado solo durante días en un departamento, sube a un sillón y dibuja en la pared un montón de figuras humanas para que le hagan compañía. En el medio queda dibujado un niño. Un plano detalle cierra la escena mostrándonos que es el único dibujo con la boca invertida.

El talento de Argento está en apelar a la escenografía y a los objetos para que adquieran dramatismo mientras nos administran la información necesaria. Caso ejemplar es el del cinturón, que metaforiza la culpa en cada escena en que aparece. Veamos: Jeremiah se orina encima cada vez que se duerme; por esto, es golpeado con un cinturón. Más adelante, Jeremiah destroza el departamento donde es abandonado y, esperando su castigo, le ofrece el cinturón a su padrastro golpeador. Tiempo después, Jeremiah delata a su tío adolescente frente a su abuelo. Acto seguido, es forzado a observar el castigo que recibe el delatado, al ser golpeado... con un cinturón.

También están las ropas ensangrentadas que representan las violaciones, con manchas que hay que fregar para lavar las culpas, y los varios muñecos que Sarah le compra a su hijo cada vez que quiere tapar su irresponsabilidad, arrojándoselos con desdén, como quien quiere sacarse algo molesto de encima. Todos elementos que cobran una significación especial otorgada intencionalmente desde el guión y la dirección de Asia Argento.

Hay varios cameos de actores conocidos en el cine independiente (Peter Fonda, Winona Ryder y Marilyn Manson, entre otros), pero la energía vital de la película proviene de la habitual solidez de Asia Argento como Sarah (en una sobreactuación digna de las mejores películas de Abel Ferrara) y del perfecto desempeño de los tres infantes que personifican a Jeremiah (dos de ellos son hermanos en la vida real). La química que cada uno de los niños logra en la pantalla con Argento le otorga al film la dosis de naturalidad necesaria para contrarrestar el tono pesadillesco del relato.

El afiche de este film adopta, como es costumbre, un par de frases extraídas fuera de contexto de la crítica estadounidense. Una de ellas me ha llamado poderosamente la atención: "¡Casi inmirable!", exclama en obvia alusión al duro contenido de la historia. Más allá de la sorprendente paradoja de publicitar una película acentuando la dificultad de su visión, lo llamativo es que El Corazón... es una película para mirar. No porque debamos hacer un esfuerzo por incorporar a nuestras conciencias una cruda realidad, o un cine arriesgado que descubre nuestro morbo confrontándonos con la violencia (de hecho la película reniega de ambas posturas), sino porque la forma en que está narrada sutil, elusiva, creativa, siempre encabezada por las imágenes nos invita a abrir bien los ojos y disfrutar de sus elecciones estéticas.

Ramiro Villani      


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