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CRISTINA QUIERE CASARSE
(Cristina Quer Casar)

Brasil, 2003


Dirigida por Luiz Villaça, con Denise Fraga, Marco Ricca, Suely Franco, Fábio Assunçao, Julia Lemmertz
.



Cristina quiere casarse es una comedia romántica brasileña que tiene poco de lo primero e ignora cómo crear lo segundo. Luiz Villaça –director y guionista– la hace bascular entre el deseo más antiguo que se supone esencial para la mujer (encontrar un amor, casarse, formar una familia, etc., etc.) y lo económico como el problema insuperable en estos tiempos modernos. Lo que no queda claro es si sospecha, acaso, la distancia que media entre hallar a alguien y asumir como propios, internalizándolos, los mandatos sociales.

Cristina (Denise Fraga), una mujer de treinta y pico, carga con una madre gastadora pero puro corazón y un ex, vago y que sólo sabe pedirle dinero; con un trabajo temporal y temporario bastante abusivo; con una vida gris y sin amor. Decide presentarse en una agencia matrimonial y allí conoce al dueño –quien además oficia de encargado–, Chico (Marco Ricca). Un hombre separado, con un hijo con el que no sabe relacionarse y una deuda. De eso, de deudas económicas también sabe bastante nuestra protagonista. Arrastra una con un banco y otra con un prestamista usurero, y facturas impagas por doquier.

Chico y Cristina, por pura y evidente necesidad del guión, en un momento dado, deben revelar sus mentiras: ni ella es una gerente de marketing exitosa y con poco tiempo para hallar a su media naranja, ni él tiene un matrimonio feliz y para toda la vida. Y a partir de ese momento se ayudarán más de lo debido para lo que se supone un simple intercambio comercial. Un joven timidísimo y de poco manejo con las mujeres será el elegido para llevar a Cristina al altar... claro que sí, y sólo sí, antes no se interpone lo que es evidente desde el comienzo: hay dos a quererse, aunque no se animen a confesárselo.

Algunas ideas que, aunque ya usadas, no pierden su interés ni su atractivo (cómo se forman las parejas, los testimonios a cámara de “supuestas” personas reales en procura de relatar sus sentimientos) se malgastan en la acumulación de tópicos, citas y homenajes a todas las otras películas del género que antecedieron a esta y acaban produciendo una mezcolanza que agobia. Eso sí, todo matizado por una bella y pensadísima banda de sonido.

Tan sobrecargado de lo económico para salir airoso de la trampa que el mismo guión le tendió, el film no puede más que echar por tierra, en su último tramo, lo que construyó con tanto detalle en su comienzo, haciendo trizas cualquier verosímil y arrastrando a los personajes en un sin ton ni son que alarga sus penurias y nuestra paciencia. Cristina quiere casarse y nosotros, que su deseo se cumpla lo más velozmente posible.

Sería maravilloso que el final feliz todo lo venza pero podríamos detenernos a pensar si la idea de un amor que se edifica sobre el dolor y la humillación de un tercero, completamente inocente, es inimputable. Bah, no hay duda posible. Estos personajes son tan merecedores el uno del otro que cualquier diferente the end los estaría favoreciendo demasiado; el problema es que, a esa altura, nosotros perdimos un tiempo irrecuperable.

Javier Luzi      


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