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EL CUBO
(Cube)

Canadá, 1997


Dirigida por Vincenzo Natali, con Nicole de Boer, Nicky Guadagni, David Hewlett, Andrew Miller, Julian Richings, Wayne Robson.



Opera prima de Vincenzo Natali, este film canadiense parte de una premisa relativamente original: media docena de almas encerradas en un cubo gigantesco, conformado por centenares de cubos más pequeños e interconectados. No tienen agua ni comida, mucho menos instrucciones. Ni siquiera saben por qué están allí, o cómo llegaron. ¿Podrán escapar?

La situación remite un poco a la borgeana biblioteca de Babilonia y, más en general, a todas esas construcciones infinitas y fatales que la mente humana pergeñó a través de los siglos. Lo asombroso, en todo caso, es que El cubo no se limitó a imaginar sino a poner en escena, y lo hizo de maravillas. La escenografía, muy vistosa, impone la sensación de claustrofobia necesaria para que el engranaje de la historia se ponga en marcha. Los cubos que forman el cubo son todos iguales en tamaño, no así en color, y sus paredes, traslúcidas, dejan pasar rayos tenues de distintos colores. Muchos de los compartimentos esconden trampas sangrientas, mortales.

Claro que si la escenografía puede echar a andar a un film, no alcanza por sí sola para sostenerlo. Se precisan otras armas. Y acá viene el dato triste: El cubo no las cuenta en su arsenal.

Lo primero que desentona son las frases imposibles, tan vulgares como altisonantes. Con la misma información de que dispone el espectador (es decir, ninguna) alguien declama con gravedad: "No hay conspiración. Nadie está a cargo. Es un mecanismo inaminado operando bajo la apariencia de un Plan Maestro". En fin. Los cambios de ánimo de los personajes son tan bruscos y arbitrarios que darían risa... pero no la dan. Al cabo de unos pocos minutos ya estamos frente a uno de esos típicos "grupos humanos" cuyos componentes no actúan como humanos sino como marionetas de una fórmula gastada en miles de películas: colores surtidos (negro, blanco... faltó el amarillo), variadas profesiones (policía, médica, ingeniero...) destinados a unirse o morir en el intento. O ambas cosas a la vez. Las recientes Esfera, Especies y otros films aun más olvidables se nutrieron de un esquema idéntico.

Las deducciones son el método que permite a estas criaturas avanzar tortuosamente hacia el final del complicado laberinto. Y son de diversa índole. Durante largo rato, por ejemplo, hay que escucharlos improvisar cansadoras operaciones matemáticas. Después le llega el turno a la filosofía de salón. A la sociología de bolsillo. A la psicología de pasillo. Y así.

Guillermo Ravaschino