En un pueblo chico una muerte desatará un entramado de engaños, traiciones,
infidelidades y abusos de poder que volverán a demostrar aquello de "...
infierno grande". Una señora de clase alta (Gigí Rua) es hallada muerta y
hay indicios de asesinato a la vista y pocas pruebas para descubrir
culpables. Un subcomisario (Gabriel Goity), un vecino solitario y extraño
(Mauricio Dayub), un jardinero con algún retraso (Pompeyo Audivert), dos
agentes de policía con necesidades inmediatas, un par de vecinas chismosas y
un jovencito excedido de timidez conforman el elenco de este thriller
costumbrista que se apoya en un elenco parejo y contenido y especialmente en
sutiles detalles (algún diálogo al pasar, vestuario y escenografía) que
ubican temporalmente la narración en los '70 aunque la puesta evidentemente
siempre procura construir un locus espacial y temporal bastante ambiguo.
El
director José Glusman elige desarmar la historia, en esos días previos al
Domingo de Ramos en que se encuentra el cadáver, yendo y viniendo en el
tiempo, rompiendo la línea cronológica y aportando sólo al espectador las
piezas que armarán el rompecabezas para saber qué ocurrió y para
terminar en el trágico final que se desata. Esa ruptura temporal en lo
formal es su piso y su techo, y permite que una historia bastante común y
previsible sostenga cierto interés. Una violencia subterránea que se respira
en el ambiente surge irremediable e imparable en los últimos minutos y pinta
una época nacional donde las alianzas poderosas guardaban sus sucios
secretitos y todos finalmente exhiben sus mezquindades y bajezas.
Javier Luzi
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