Varias películas recientes dan testimonio de la descomposición del orden que 
    estructura la clase media de los Estados Unidos. En ellas, el statu quo 
    familiar y tradicional se ve amenazado, alterado o totalmente destruido por 
    eventos internos que fisuran el sistema o lo hacen estallar en pedazos. Y 
    este estado de situación era anterior a la destrucción de las Torres 
    Gemelas. ¿Era un anuncio de lo que vivimos actualmente? Felicidad, 
    El hombre que nunca estuvo, Belleza americana, El dulce 
    porvenir, El precio del silencio, todas presentan la 
    vulnerabilidad de un sistema largamente construido y defendido, el quiebre 
    del sueño americano.Esa fractura social, familiar, personal es la que 
    denuncia esta inquietante, sólida y polémica opera prima de Todd Field, 
    quien fuera actor de Ojos bien cerrados. Es decir que esta película 
    es algo más que un thriller psicológico y melodrama familiar.
    En un pequeño pueblo de la costa vive la familia Fowler, típico ejemplo 
    del tradicional american way of life. El hombre es médico del lugar, 
    la mujer profesora de música y maestra de coro, el hijo aspirante a una 
    buena universidad donde desarrollar su talento para la arquitectura. La 
    historia está ubicada en Nueva Inglaterra, el lugar de llegada de los 
    pioneros, sitio de tradiciones fuertemente arraigadas, la sede de la 
    civilización. El muchacho vive un romance con una mujer algo mayor que él, 
    divorciada, madre de dos hijos, con un ex marido rico y pendenciero, que 
    amenaza la paz familiar. Hasta que la situación salta fuera de todo control, 
    y queda regida por la violencia.
    En realidad, siempre sabemos lo que va a suceder, aunque no lo contaremos 
    en estas líneas. Este es un film sobre la latencia, la gestación y la 
    espera, y lo fascinante proviene de cómo sucede lo que esperamos, con el 
    ritmo y suspenso adecuados. El debutante Field es muy respetuoso de los 
    tempi, de la parálisis en esos tiempos muertos del dolor, casi sin 
    recurrir a la música. El cuento de André Dubus ha devenido un largo film 
    sobre los silencios, la tensión, la carga expresiva del cuerpo, la 
    emocionalidad contenida. Nada es sorpresivo aquí: desde el principio, la 
    relación idílica entre los jóvenes y el almuerzo tradicional en el jardín 
    están generando su opuesto.
    Cada miembro de la familia encarna un arquetipo, también las pasiones que 
    los desbordan son universales: Mrs. Fowler es la Gran Madre, la dadora de 
    vida, protectora y nutricia, y también devoradora, alerta frente a la otra 
    mujer (una estupenda Marisa Tomei). Allí está la maravillosa Sissi Spacek 
    para golpearnos con su dolor, su ira reprimida, sus silencios elocuentes, su 
    manipulación desesperada. Su interpretación le valió la nominación al Oscar, 
    además de otros premios. El Dr. Fowler es quien tiene la responsabilidad de 
    llevar su familia adelante y sostenerla, aunque no esté muy seguro de cómo 
    hacerlo. Se lo ve desorientado, fluctuante, agobiado bajo su enorme carga, y 
    firmemente determinado una vez que decide tomar el control. Tom Wilkinson 
    tiene también una nominación por su delicada, sobria y expresiva composición 
    del personaje atravesado por el conflicto interior. La escena de la verdad 
    entre ambos esposos es antológica. El muchacho es el futuro, la esperanza, 
    la continuidad.
    La película ha de generar un debate por su aspecto ético: ¿Tiene derecho 
    el hombre culto, confiable y civilizado a ejercer la venganza? ¿Qué es hoy 
    la Justicia, y qué la diferencia de la venganza? ¿Puede ésta curar el daño? 
    El debate puede tornarse más duro en la medida en que la cámara no cesa de 
    apelar a la identificación del espectador con los protagonistas, en la línea 
    del realismo psicológico. 
    El film adolece de unas cuantas obviedades, como la explicación del 
    título, por ejemplo. Detrás de lo más evidente, hay una reivindicación de 
    los derechos de la clase media sobre la dominante, que ha abusado de su 
    poder: la mayor empresa del lugar, siempre está filmada de lejos como una 
    fortaleza, sitio ominoso y silencioso generador del mal.
    Field busca en su primer film un cine propio, ajeno a las modas y 
    parámetros convencionales de Hollywood. Su thriller es también un 
    relato sombrío sobre la moral y la conciencia americana, a la que muestra 
    asumiendo su lado más siniestramente oscuro, mientras un coro de niñas 
    angelicales canta antiguas baladas.
    Josefina Sartora