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EL ENGAÑO
(Best Laid Plans)

Estados Unidos, 1999


Dirigida por Mike Barker, con Reese Whiterspoon, Alessandro Nivola, Josh Brolin, Rocky Carroll, Terrence Howard, Jamie Marsh.



El engaño comienza con una secuencia que tiene la voluntad de enganchar al espectador en una forma rápida y efectiva, seguida de otra secuencia en la que se presenta el conflicto. Dos íntimos amigos, Nick (Alessandro Nivola) y Bryce (Josh Brolin) están sentados a una mesa del típico bar de pequeño pueblo estadounidense. Una joven rubia y muy atractiva (Reese Whiterspoon) seduce a Bryce, sólo con su sensual forma de mirar y caminar. La cámara la sigue y, de pronto, fundido a negro sobre su nuca (sí, sobre la nuca).

Horas después, el panorama cambia radicalmente: Bryce llama desesperado a Nick, pidiéndole que vaya a la casa donde él vive, temporariamente, como casero. Al llegar, Nick se entera que su amigo y la rubia atractiva, Lissa, se fueron juntos del bar y tuvieron una no muy afortunada relación sexual, sobre todo porque Bryce, según Lissa... la violó. Bryce lo niega pero, por las dudas, ya la tiene inmovilizada, esposada a una mesa de pool en otro ambiente de la lujosa casa. "¿Qué pasará si la dejo irse?" "¿Qué pasará si no la dejo irse? " son las tortuosas preguntas que se formula Bryce. Y también se responde, a los gritos: "¡Mi carrera, mi empleo, voy a perderlo todo si soy acusado por violación!". Nick intenta calmar los ánimos proponiendo un par de soluciones (muy estúpidas) y se debate sin parar, entre más gritos y frases hechas. Finalmente, Nick se ofrece para hablar con Lissa en procura de aclarar la situación. Aquí viene la primera "sorpresa": Lissa es la novia del mismo Nick, y ambos idearon este primer engaño con el fin de obtener dinero para pagar una deuda muy grande al matón de la película y, aparte, para irse de ese pueblo tan muerto a un lugar donde encuentren la felicidad (o lo que más se le parezca).

De ahí en adelante, la narración despliega una serie de flashbacks que van dando cuenta de cómo se llegó a la trampa. Pero muy poco importa saberlo, ya que en esas dos primeras secuencias están presentes casi todos los problemas que una película puede incluir. La fascinación del director por privilegiar la meticulosa dirección de arte, su fotografía preciosista de colores refulgentes, la predecible música incidental y los "elegantes" movimientos de la cámara se combinan con un anclaje dramático rudimentario, pedestre.

Con un guión elemental y al mismo tiempo pretencioso (cuyo responsable es Ted Griffin, guionista de la insoportable Voraz) no llama la atención que casi todo lo que importa esté verbalizado en forma reiterada. Tampoco sorprende que los diálogos sean ridículos, los actores ineficaces e inverosímiles –exceptuando a Reese Whiterspoon, que hace lo que puede, y bastante bien– y que la trama esté inundada de tantas vueltas de tuerca para intentar llenar, sea como fuere, algo que está vacío de raíz.

Si algo hay que reconocer es que el título mismo de la película ya previene al espectador: esto no es otra cosa que un engaño barato.

Pablo Suárez      


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