Un cínico
hombre de negocios en una cabina telefónica hablando con un francotirador
anónimo que le apunta, rodeados por decenas de policías y curiosos que son,
a su vez, posibles víctimas del sujeto armado. Sólo esto constituye el nudo
central de Enlace mortal, una película que podría haber llevado la
firma de Alfred Hitchcock pero que terminó siendo dirigida –¡oh, no!– por
Joel Schumacher.
El film cuenta la historia de
Stu Shepard (Colin Farrell), un publicista y asesor de medios mentiroso y
soberbio, casado pero con una amante que es en definitiva una clienta más.
Durante los primeros cinco minutos vemos a Stu hablando con clientes y
contactos a los que embauca en forma sistemática, maltratando alegremente a
su asistente, mientras camina por Nueva York. Luego procede a realizar su
diaria llamada telefónica a su amante Pamela (Katie Holmes), para la que no
recurre a su celular sino a una cabina telefónica (para que su esposa no se
entere del asunto). Cuando termina esa llamada, inmediatamente suena el
teléfono, Stu atiende y escucha la voz de alguien que le informa que le está
apuntando con un fusil de precisión desde alguna de las ventanas de un
edificio de la zona, y amenaza con matarlo si sale de la cabina. Como para
convencerlo de que la cosa va en serio, asesina a otra persona. Rodeado por
un montón de policías, cámaras y curiosos entre los que se encuentran su
esposa y su amante, hostigado por un desconocido burlón, amenazante y
decidido a exponer sus peores miserias, Stu comienza a vérselas negras. Con
todos creyéndolo culpable, el único aliado con que cuenta es un capitán de
policía (Forest Whitaker) que no quiere que el asunto pase a mayores.
Hay que admitir que Enlace
mortal es interesante, incluso por la historia de su producción y
lanzamiento: el guión de Larry Cohen pasó por las manos de directores como
Mel Gibson, Michael Bay, los hermanos Hughes y aun Steven Spielberg, antes
de caer en las de Schumacher. Luego de haber sido completada la realización,
el estreno se fue demorando por los atentados del 11 de setiembre, el
estreno de Minority Report –en la que actuaba Farrell– y por los
crímenes del famoso francotirador real en los Estados Unidos. En
cuanto al film en sí, ofrece un suspenso sostenido durante buena parte del
metraje y reflexiona, sin creérsela demasiado, sobre la paranoia y la
sensación de estar siendo vigilado. Agréguese a estas virtudes la voz entre
desgastada y potente de Kiefer Sutherland encarnando al francotirador, y
tenemos un plato de sopa bastante bien servido.
Pero la sopa viene con mosca.
Ahí está Joel Schumacher (responsable de bodrios como Tiempo de matar,
Malas compañías, Nadie es perfecto, Batman eternamente y
Batman y Robin), que a pesar de redondear una de sus mejores películas
(lo que no es mucho en función de semejantes antecedentes) no resistió la
tentación de coronarla con un final moralista y redentor de Stu. Es decir,
de ese auténtico cretino que cometió tantos y tan gruesos yerros que no se
lo perdona fácilmente. A Schumacher –al film– le faltó la valentía de contar
una historia protagonizada por un mal tipo a secas; no, tuvo que ser alguien
comprensiblemente malo, al que parecería que la vida “lo engañó”.
Hitchcock no tuvo miedo de incomodar a algún espectador cuando filmó La
soga y La llamada fatal. Seguro que Schumacher no vio ninguna de
las dos.
Rodrigo Seijas
|