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FANTASMAS DE TANGER
(Fantômes De Tanger)

Francia, 1998



Dirigida por Edgardo Cozarinsky, con Harry Benchimol, Abdelwahid Boulaiche, Dick Chapman, Paul Bowles.



Junto a Cuento de Verano de Eric Rohmer y Una historia sencilla de David Lynch, Fantasmas de Tánger inaugura el "otro" festival de cine independiente: uno que seguirá abierto al público cotidiano en las salas de cine porteñas. El documental de Edgardo Cozarinsky está entre lo más pulido y destacado de la producción de este cineasta argentino que se radicó en París poco antes del debut de la última dictadura militar. Antes de este estreno, ya se habían podido ver en el cine Cosmos por lo menos cinco trabajos de este realizador, al que las salas comerciales argentinas todavía le siguen dando la espalda.

Con films para TV como Doménico Scarlatti en Sevilla (1990) o Boulevards del crepúsculo (1992), Cozarinsky ya había demostrado su talento para la realización documental fuera de Francia. Pero Fantasmas de Tánger es reconocido por el director como "una fractura en mi trabajo, tal vez un comienzo". Un inicio, sí, que llega más de treinta años después de obras como ... (rebautizado Puntos suspensivos para tranquilidad de críticos e historiadores). Sólo un genio como el de Cozarinsky puede ser capaz de empezar de nuevo luego de una filmografía tan vasta.

Dos historias se cruzan en el film, acercándolo al género del docudrama: una es la de un marroquí para el que Tánger es la antesala de la sociedad de consumo; la otra es la de un escritor saturado de "civilización occidental", que busca en esa ciudad el romanticismo y la pureza de un mundo radicalmente distinto al que lo vio crecer. Ambos deambulan por la ciudad sin cruzarse nunca: no sólo pertenecen a lugares distintos sino que parece mediar entre ellos un abismo temporal, como el que separaba al humano y al marciano en aquel cuento de Ray Bradbury incluido en las Crónicas Marcianas.

Ese acercamiento asintótico entre dos formas de ver el mundo sólo puede ser zanjado por el arte (como en la "ficción" de este film, cargada de improvisaciones; como en las narraciones de Paul Bowles o de William Burroughs), por lógicas ajenas a las que manejamos en la vida cotidiana... o a través del submundo del comercio de las drogas y el sexo. Tánger había sido un paraíso para artistas, excéntricos y millonarios en busca de estimulantes ni tan caros ni tan adulterados, y la prostitución (tanto femenina como masculina) siempre fue uno de sus principales atractivos turísticos.

La mirada de Cozarinsky frente a la cultura burguesa occidental es la de un "francotirador". Que llega al alegato a través de un discurso personal, en el que se combinan lo documental y lo artístico con una elegancia singular. No hay registros a respetar que no sean los que dicta la ética del creador, no hay historias que merezcan ser contadas que no sean las de los marginales y las de los artistas.

Proyectada en video con excelente imagen y sonido llega esta, una de las principales piezas de una filmografía que hasta hoy estaba restringida a los fanáticos capaces de soportar colas a las 10 de la mañana en el Abasto, o a los pocos allegados que habían visto el film sin traducir en una secreta función matinal de 1999, en la sala Lugones. La ocasión es buena para empezar a descubrirla.

Máximo Eseverri