| Olvídense de Titanic y Jurassic Park, ya no se trata de
      personajes y escenarios generados por computadoras destinados a
      confundirse asombrosamente con los reales. Olvídense de The Matrix,
      donde se evidenciaba hasta el paroxismo la presencia de los efectos
      digitales.
 Estamos frente al primer
      largometraje con personajes íntegramente generados y animados en 3D. Algo
      que (justo es decirlo) ya habíamos visto en la divertida saga de Toy
      Story, pero mientras allí se animaba a objetos como juguetes, motivos
      de una caricaturización extrema que se aplicaba incluso al mostrar
      brevemente seres humanos, acá se apunta al verosímil absoluto. Y en
      consecuencia veremos seres que actúan, se mueven y suspiran como humanos. También hay muchísima
      caracterización (pero nada de caricaturización) en los rasgos y
      el aspecto de los personajes que pueblan a Final Fantasy, que
      seguramente marcará otro escalón (junto con algunos films recientemente
      estrenados y otros aún por llegar) hacia la evolución de una nueva forma
      de contar historias cuyo potencial completo todavía no es fácil de
      apreciar. El subtítulo Los espíritus
      internos alude al verdadero motor de esta aventura que, a pesar de
      desarrollarse en un futuro ultratecnificado y desbordado por artefactos
      digitales, no despotrica contra la inexorable integración entre lo humano
      y las máquinas. Mas bien apela al respeto por el terreno que nos aloja.
      En la bellisima secuencia inicial partimos del espacio exterior para luego
      internarnos en el agonizante planeta Tierra. Logrando, si cabe el termino,
      una odisea de "ciencia ficción espiritual". Porque básicamente
      se trata de un film para adultos donde no hay homenajes truchos o robos
      descarados a grandes películas del género, ni chistes simpaticones.
      Aunque en determinadas secuencias el conjunto destila cierto tufillo del Aliens
      dirigido por James Cameron, principalmente en la descripción de la
      camaradería reinante entre los integrantes de una pequeña unidad de
      combate que acompaña a la Dra. Aki Ross en su desesperada búsqueda por
      resolver una devastadora invasión de espectros alienígenas, ocurrida en
      un futuro cada vez menos lejano. También se nota bastante el estilo
      del anime, no por nada sus dos directores y gran parte del equipo
      técnico provienen del Sol Naciente. Es decir que hay mucho ritmo,
      bastante violencia, y si un personaje muere, no lo va a hacer diciendo un
      comentario tonto que justifique su regreso. Inspirado en un exitoso y ya añejo
      juego de estrategia, que a esta altura va por su octava versión para
      Playstation, realmente desconozco cuánto es lo que ha conservado Final
      Fantasy del juego en cuanto tal. Pero la historia está
      inteligentemente planteada, y cierra perfectamente en las casi dos horas
      de metraje, sin dejar cabos sueltos que prometan una secuela inmediata.
      Sin elementos ni imágenes gratuitas, esta propuesta aspira a algo más
      que a hacernos pasar un rato observando con la boca abierta cómo la
      generosa anatomía de una heroína (Angelina Jolie, digamos) desafía
      todas las leyes de gravedad posibles, y tampoco se limita a servirnos en
      bandeja de plata un enésimo enfrentamiento entre buenos y malos. A Final Fantasy no le falta
      el típico paisaje post-apocalíptico. Pero está armado con la misma
      inteligencia puesta de manifiesto en Blade Runner, o en la infinita
      saga de Star Trek, adonde nadie se regodea en declamaciones sobre
      la tecnología circulante; simplemente la emplean, como lo mas natural del
      mundo. Como dije antes, se puso mucho
      trabajo en establecer un verosímil, y esto incluye la criteriosa
      selección de actores que prestaron sus voces para papeles que les caen
      como anillo al dedo: Alec Baldwin como el valiente capitán Grey Edwards,
      enamorado de la Dra. Ross; Ving Rhames (el oscuro compañero de Tom Cruise
      en las recientes Misiones imposibles) como el soldado Ryan; el
      histriónico Steve Buscemi como el quejoso mecánico Neil. También
      aportan sus soberbias cuerdas vocales y oficio Donald Sutherland, como el
      bondadoso Dr. Sid, y James Woods encarnando al general Hein, lo mas
      cercano que encontraron al malvado de turno. Porque aquí el conflicto se
      maneja entre los creyentes y los que se niegan a creer. La única concesión se observa al
      iniciarse la película, cuando la Dra. Aki Ross visita las ruinas de la
      antigua ciudad de Nueva York y pasa distraída frente a unos cuantos
      carteles de marcas famosas que seguramente apoyaron la filmación. Por lo
      demás, es una gratificante muestra de cómo se pueden combinar los
      negocios con la inquietudes artísticas. Una muestra de que cuando detrás
      de las cámaras se ubican personas deseosas de narrar algo divertido, y de
      narrarlo bien, siempre alcanzan mejores resultados que los lacayos
      dominados por las reglas del marketing. Gabriel Alvarez     
     |