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PRIMER PLANORECOMIENDA

EL FUNERAL
(The Funeral)

Estados Unidos, 1996



Dirigida por
Abel Ferrara, con Christopher Walken, Chris Penn, Annabella Sciorra, Vincent Gallo, Benicio del Toro.



La nueva película de Abel Ferrara es sin lugar a dudas un film de gángsters –el primero que este realizador ambienta en los años 30– y sin embargo no sucumbe ante ninguna de las constantes de los clásicos del género. Antes bien, El funeral confirma al cine de Ferrara como una suerte de género aparte, con estructura de policial, clima y aires de tragedia. Y mucho más violencia que la habitual, aunque el director de El rey de Nueva York y Un maldito policía no necesita muchos tiros ni sangre para plasmarla. Frente al esquema clásico, siempre centrado en las guerras entre familias o clanes rivales, El funeral ofrece la historia de una familia. Los Tempio eran tres hermanos, Ray (Christopher Walken), Chez (Chris Penn) y Johnny (Vincent Gallo), hasta que tres certeros balazos se llevaron a Johnny. El film arranca con su velatorio en casa de Ray, el mayor, el que hace las veces de cerebro pensante de la familia, el que sobrelleva un matrimonio aparentemente feliz con la dócil muchacha que anima Annabella Sciorra. Sin prisa ni pausa, el devenir de la trama se encargará de desarmar estos y otros falsos indicios.

Todas son apariencias en El funeral, hasta que la muerte las desmiente. Allí radica buena parte de la incomodidad. En el velatorio de Johnny está el tiempo presente, que se adueña por largo rato –acaso excesivamente– de la historia, al punto que surge la sensación de que ningún evento contante y sonante la sacará de allí. Los flash-backs, luego, irán pintando a cada uno de los hermanos: al muerto, como un hampón sui generis, simpatizante del socialismo, asistiendo a unos mitines del partido comunista que lo dejan sumido en una solidaridad abombada y perpleja. A Chez como un gángster cobarde y tosco, cómodo propietario de un bar adonde confluyen graneados representantes de la pesada del barrio (uno de ellos fantásticamente encarnado por Benicio del Toro). A Ray como el capitán de una empresa fraternal ligada con las mafias sindicales, cosa que choca con las incipientes convicciones de su hermano menor.

Pasado y presente, en El funeral, se realimentan poderosamente. Si el presente alrededor del féretro impregna de oscuridad a los viejos tiempos, éstos se ocupan de destejer la tramposa normalidad de los Tempio, que lloran la muerte de Johnny como si fueran una familia convencional. Y a medida que avanza, el pasado (y la certeza de que estos gángsters también cultivan el arte de la venganza) abona la sensación de que el velatorio no es más que la tensa calma previa a una nueva tormenta, todavía más difícil de capear.

Ray carga con buena parte de la trama sobre sus espaldas. Su conflicto es esencialmente interno, y muchas veces lo verbaliza, como cuando desgrana frente a una pobre víctima los "principios" que lo impulsan a gatillar. Esas palabras convierten al personaje de Walken (alter ego de Ferrara, junto con Harvey Keitel) en un fascinante analista de la psicología de los gángsters, y de su propio rol, sin conspirar un ápice contra su convicción dramática. El hartazgo de las mujeres (algo que expresa Sciorra cuando festeja la muerte de Johnny frente a su novia, porque "así no serás la triste esposa de un mafioso") y el descontrol de Chez, que sublima brutalmente las pasiones reprimidas por sus hermanos, completan los movimientos de El funeral, film negro si los hay, especie de sinfonía sórdida acerca de la enorme dificultad de sacarse de encima un pesado mandato socio-familiar.

Guillermo Ravaschino