El Godzilla de fin de siglo mide alrededor de 90 metros. Que
a veces son muchos más, y otras menos, en razón de la caprichosa escala con que se
diseñaron edificios, túneles y avenidas para que crezca y al mismo tiempo quepa la monstruosidad de la
criatura. Tiene cola y dientes de lagarto, cabeza de dinosaurio, tronco de humanoide y un
andar pesado que demuestra que, en cuestiones de fluidez, a la animación por computadoras
todavía le queda un largo camino por recorrer. Más allá de semejantes rasgos, la
flamante versión parece reflejar las cualidades de Dean Devlin, coguionista de la
superproducción y mano derecha del realizador Roland Emmerich. Joven, emprendedor, de
mirada vivaz tras redondos anteojitos, Devlin es esa clase de trabajador del cine que
intenta pensar como los chicos... y hace películas para los grandes. No hay otra forma de
explicar la pasmosa elementalidad de Godzilla, que la torna francamente inapta para
adultos, al tiempo que sus generosas dosis de emoción prefabricada están llamadas a
mover escasos pelos entre los "bajitos".
Los primeros signos de la
aparición del monstruo dan pie a una secuencia de escenas de modesta sutileza, que
insinúan la presencia del más fiero animal en pie. Allí están los restos de un
pesquero japonés, esas huellas gigantescas y un muelle pulverizado por la marea que
provoca el bicho. Resulta que Godzilla es la infausta consecuencia de ensayos nucleares
franceses algo
que cayó bastante mal en Francia y no tan bien como se esperaba en Estados Unidos pero
el encargado de combatirlo será Nick Tatopoulos, un biólogo del Gran País. Matthew
Broderick lo compone con una extraña galería de recursos. Habla y razona como un niño y
de su saber, que se supone vasto, no hay evidencias a la vista: habida cuenta del enorme
porte de Godzilla... ¿cómo es posible que necesite contemplarlo tantas veces antes de
deducir que es una hembra?
Por el lado logístico el grupo humano cuenta con
Philippe Roche, un superagente francés que carga con las culpas del experimento atómico.
Jean Reno (El perfecto asesino) luce extraño en ese rol, construido en base a
reiterados chistes contra el espantoso café made in USA (insertados, según
Emmerich, "para que quedase en claro su nacionalidad francesa"). Si algo
faltaba, el guion lo obliga a revelarle a Nick secretos militares como si fueran
confidencias amorosas. A su lado están los militares yanquis. Tan torpes como patriotas,
son capaces de destruir el Chrysler Building con disparos que estaban destinados a
Godzilla, pero también de redimirse gracias a un par de certeros misiles que finalmente
lo derriban. Una subtrama amorosa entre el biólogo y una ex novia de la escuela le da
lugar a la actriz televisiva Maria Pitillo para que despliegue todos los tics de
"rubia superficial" que la hicieron famosa en la pantallita. Al lagarto
propiamente dicho se lo muestra mayormente de las pantorrillas para abajo. Sus tremendos
pisotones, sin embargo, no provocan demasiadas muertes: Manhattan fue evacuada a velocidad
relámpago y además y sobre
todo había que atenuar la
truculencia para que el film fuera declarado apto para teenagers. Así, los
módicos sustos que depara Godzilla (y unos cuantos "godzillitos" copiados de
los velocirraptors de Jurassic Park) decrecen con el correr del metraje.
Casi toda la película
transcurre de noche y bajo la lluvia, no por imperativos dramáticos sino para disimular
mejor las apuntadas deficiencias de la animación. Nada explica, empero, que la capacidad
de lanzar fuego por la boca sea tan poco utilizada por Godzilla, que una y otra vez
descuella como un bicho generoso, perdonando las vidas de unos cuantos. Entre ellos está
el alcalde neoyorquino Ebert, centro de una subtrama "política" que no tiene
otra función que la de caricaturizar al crítico Roger Ebert (a la sazón, muy duro con Día
de la Independencia, el anterior film de Emmerich-Devlin). Al mismo tiempo, y contra
toda lógica, el fenómeno Godzilla queda acotado al ámbito neoyorquino. Godzilla
dura 138 minutos que parecen horas. Lo verdaderamente monstruoso es que dejó las puertas
abiertas para el rodaje de Godzilla 2.
Guillermo Ravaschino |