Herencia no sólo es el título de la ópera prima de Paula
Hernández, es además, y principalmente, una palabra que resume el
espíritu de este nuevo film argentino. Una palabra cargada de sentidos
que se irán develando –irán apareciendo, se irán resignificando– a
medida que avance la trama. Esta "herencia" de la que habla la
película remite a los lugares donde nacieron los personajes centrales; a
lo que quieren dejar atrás y buscar en otro lado; es aquello de lo que no
pueden desprenderse; además de aquello que logran encontrar en los demás
y en si mismos para seguir. La herencia es la marca de lo que fue, pero
también el camino de lo que podría ser si se presta atención al pasado
y a la nueva oportunidad que se les presenta.
Y lo mejor es que la narración que construye la directora nunca pone
estas ideas en primer plano. Las mismas se van extrayendo a partir de un
relato intimista, en el que se suceden situaciones cotidianas retratadas
con sencillez, humor y, por momentos, algo de bienvenida nostalgia. En ese
sentido aportan lo suyo los encuadres precisos, la atractiva fotografía;
una cámara fija que nunca está "por encima" de lo que se está
contando; la buena música que acompaña las imágenes y algunas escenas
que requieren ciertos climas; y una excelente dirección de actores que
permite que todos se luzcan (aunque Rita Cortese se lleva todos los
aplausos) en favor de la historia.
Herencia se centra en el encuentro casual de Olinda (Cortese) y
Peter (Adrián Witzke). Ella es inmigrante italiana, cocina y atiende su
propio restaurante en un barrio de Buenos Aires y sus días transcurren
entre sus charlas con Federico (Martín Adjemián), sus peleas con Angel
(Héctor Anglada), sus recuerdos del pasado y dudas sobre el futuro. El es
alemán, está de viaje en busca de un viejo amor adolescente y no tiene
más que una dirección, una foto, algo de dinero y muchas ilusiones.
Ganas de partir, ganas de quedarse, motivos para tomar una u otra
decisión se pondrán en juego a partir del cruce entre ambos y de la
relación de solidaridad y comprensión que irán entablando.
El pasado de los personajes, esta "herencia" a la que hacía
referencia más arriba que los va definiendo a lo largo del film, se hace
presente a través de la puesta en escena. Son elementos que se repiten y
que aportan valiosa información como una antigua foto de la protagonista;
los dibujos de los clientes del bar que durante años ha hecho Federico;
el propio restaurante de Olinda que refleja el paso del tiempo; las
comidas italianas que allí prepara o las canciones que recuerda en ese
idioma. El "futuro" posible se (re)presenta en las puertas y
persianas que se abren y se cierran; en la llave que Olinda lleva siempre
consigo; en los aviones; en el puente que Peter –y a su debido tiempo
también Olinda– transita una y otra vez.
Herencia habla de segundas oportunidades, de amor, de esperanzas.
Herencia habla sobre la identidad, algo para nada desdeñable también
a la hora de hacer cine, de realizar una película. Sentirse identificado
con cierta manera de narrar y de filmar y poder plasmar con inteligencia y
sensibilidad esas intenciones son méritos muy destacables que Paula
Hernández –también guionista del film– logró demostrar en esta, su
primera oportunidad; y no habría que dejarla pasar.
Yvonne Yolis