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IMPOSIBLE

Argentina, 2003


Dirigida por Cristian Pauls, con Damián De Santo, Alejandra Flechner, Jimena Anganuzzi, Francisco Fernández de Rosa.



Hablar de Imposible es ingresar a un terreno narrativo incierto. Que poco o nada tiene que ver con el panorama del nuevo cine nacional; que más bien sienta sus bases en el cine experimental del efímero "Grupo de los Cinco"... tres décadas atrás. Es hablar de un realizador cuyo último título de ficción, Sinfín: la muerte no es ninguna solución, data de 1986.

Imposible recupera la historia de dos parejas: la de Mariana y Bruno (Alejandra Flechner y Damián De Santo) y la de Isabel y Toni (Jimena Anganuzzi y Francisco Fernández de Rosa). Las vidas de estos cuatro seres se entrecruzarán en un destino determinado y compartido.

Sin detenerse en convenciones y psicologismos, la película se juega por una afectación de los personajes, que contagian la puesta en escena con su mirada. Una Buenos Aires desolada y noctámbula hace de sus sujetos (sobre todo Bruno) perfectos vampiros. Seres guiados por el aburrimiento y el desencanto, en busca de nuevas figuras que aporten nuevas emociones.

Marcados por el pasado en cuerpo y alma. Pura corporalidad, carne y sangre, la vampirización de los cuerpos: cicatrices y heridas que no paran de sangrar. Espacios que se vuelven pesadillas y que dibujan simetrías que recuerdan al cine de Peter Greenaway y su mundo onírico.

La ciudad entra en un proceso de extrañamiento y poco a poco es dejada atrás en favor de terrenos aun más inhóspitos. Es que Imposible trabaja como una especie de tour de force estilizado a través de las maquinarias del amor y las relaciones de pareja. Donde el deseo es primario y se establece a través de la mirada, la figura del voyeur vuelve a ser una metáfora del individuo y de las pulsiones que lo llevan a lugares impensados. La imagen como hecho fundamental, como parámetro de la felicidad y la agonía. El cine pensándose a sí mismo, la autorreflexividad de ser objeto deseado y deseante.

Recorridos atravesados por lo trivial que a lo largo del trajinar despliegan su costado imprescindible. Y en ese deambular, en la acepción más antonionesca del término, los protagonistas se encontrarán y se dejarán con la misma abulia y la misma pasión. Víctimas y victimarios, espejos que devuelven imágenes indeseadas.

Cristian Pauls apuesta a desnaturalizar tanto los personajes como los espacios, a volverlos indescifrables y a encadenarlos unos a otros para formar un microclima que no necesita más habitantes que ellos cuatro. Un mundo de tristezas e incertidumbre, de tentaciones y, al fin y al cabo, de resignación. De melodías que resuenan como un leit motiv del recuerdo. Así Imposible muestra su costado más nostálgico, de penas de amor y situaciones que predisponen cambios (el supuesto embarazo de ambas mujeres), de una mirada al futuro condicionada por el presente.

Más allá de cierta solemnidad, quizá víctima del peso literario del guión, Imposible se muestra como una película inabarcable, ambiciosa, incluso críptica, pero que recuerda otro modo de hacer cine.

Bruno Gargiulo      


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