Buena
parte de la población argentina no se caracteriza precisamente por su
amplitud de criterios y por su tolerancia, mucho menos si se nombran
palabras como "homosexualidad" o "feminismo". Difícil situación la de las
lesbianas entonces. Mujeres que no necesitan (al menos no desde lo sexual)
de los hombres, personas que se oponen por ende y por su propia naturaleza
al modelo patriarcal, modelo que no es ni malo ni nocivo siempre y cuando no
se lo tenga como la única alternativa posible o como el símbolo de todo lo
sano, cosa bastante común –también– por estas tierras.
Teniendo
en cuenta todo esto, Lesbianas de Buenos Aires pudo haber optado por
hacer un panfleto protestón y amargado que mostrase todos los problemas a
los que se tiene que enfrentar una persona cuyo único "crimen" es llevar una
vida sexual diferente a la de la mayoría. Pero la película de Santiago
García va más mucho allá.
Lesbianas...
es un documental que recoge testimonios de varias de ellas, centrando
especial atención en Mónica, una amante del fútbol y, según sus propias y
como se verá más adelante más representativas palabras, orgullosa de su
libertad.
La
película empieza con Mónica declarando con total espontaneidad, y en plan de
comentario chistoso, que ella de chiquita se sentía fuertemente atraída por
el personaje animado del Hada Patricia. Esta sola declaración ya define el
tono de la película, que es amable, superficial en el mejor de los sentidos.
Un tono que no es el de abordar la psiquis de una persona que se inclinó a
ese tipo de vida sexual utilizando un manual de Freud para principiantes,
sino que acepta esa inclinación como una característica más de la
entrevistada. Por más paradójico que suene, a Lesbianas de Buenos Aires
no le interesa el lesbianismo, sino más bien evidenciar el absurdo que
significa discriminar a estas personas.
Uno de
los momentos más conmovedores de Lesbianas... encuentra a una de las
entrevistadas, llamada Claudia, comentando el día en que llevó por primera
vez a su novia a cenar a la casa de sus padres. Claudia cuenta que al llegar
sólo vio sobre la mesa tres platos; el padre se había negado a compartir la
mesa con la pareja de su hija. Preocupada por la situación, la entrevistada
fue con su novia a ver a su padre que se hallaba escondido en el patio
trasero. Y bastó que la novia hable un poco con su suegro para que él
la acepte.
¡Y ahí
está! Lesbianas... muestra de este modo que la discriminación no es
producto de la maldad sino de la ignorancia, o dígase mejor, de la
estupidez, uno de los peores males de la humanidad. Porque el mayor problema
del padre de esta chica, como el de varios de los padres de varias de las
lesbianas de la película, era que se negaba a ver lo que este documental
evidencia: las lesbianas no son una raza de mujeres con características
propias, son en realidad (¡oh gran descubrimiento para muchos!) seres
humanos como cualesquiera otros, cada cual con sus pensamientos, sus formas
de vida, su posición frente a la política o la familia. Esto que nos parece
una obviedad suele estar, sin embargo, tras los errores más fatales de los
documentales televisivos, esos que se la pasan pintando a los gays como una
raza de gente que se mueve en manada, yendo en secta a lugares
específicos, en horarios específicos, identificándose todos con las mismas
cosas, cultivando los mismos modales y pensando de la misma manera. En
Lesbianas... hay quienes desean hijos, quienes prefieren la soledad, las
hay irónicas, directas, deportistas, amantes de los autos. Y García acepta a
todas y cada una de ellas sin ponerse a juzgar.
Hay, si, preferencias por
parte del documentalista (deshonesto y contradictorio hubiese sido no
tenerlas, aceptar la diversidad de las personas es aceptar también que unas
nos agradan más que otras). La más obvia, por la ya nombrada Mónica. Y no es
casual que esto sea así; es a Mónica a la que no le interesan las marchas
que le pongan un sello de LESBIANA. A la que no le gusta aferrarse de manera
permanente a las cosas, la que practica el fútbol –una actividad grupal–, la
que vivió en pareja pero que tampoco se desvive por tener a alguien al lado,
la que también gusta de su soledad. A Mónica no le interesa una forma ideal
de vida ni está aferrada a un solo y único pensamiento correcto; le interesa
si, tener siempre la libertad de elegir el camino y seguirlo.
Eso es Lesbianas..., una oposición al
fanatismo, a la cerrazón intelectual, a los principios teóricos
supuestamente irrefutables y las bajadas de línea intolerantes; una honesta
y justa celebración de la diversidad y de las libertades individuales. No es
poco.
Hernán Schell
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