Que Tristán Bauer no logre
traducir la esencia de la escritura de Borges a su propia escritura fílmica no es uno de
los problemas, ya que ni siquiera lo intenta. En cambio, prefiere construir una especie de
collage post-moderno, una superficial panorámica del autor y su obra a través de una
cruza muy afectada entre la ficción argumental y el documental biográfico.
Dentro de la ficción argumental Walter Santana es Borges,
Leonardo Sbaraglia es Borges joven, Lorenzo Quinteros un vendedor de biblias, y Héctor
Alterio el "Hombre del futuro". Dentro del documental biográfico hay fragmentos
de cuentos y poemas, entrelazados con entrevistas televisivas hechas a Borges. No brilla
la voluntad por bucear en el imaginario borgeano, sino el deseo de sorprender al
espectador con secuencias rodadas en estudio, combinadas con una costosa animación
computarizada para representar todos los laberintos e infinitas bibliotecas comúnmente
asociados con el escritor.
Si al menos una parte considerable de esta propuesta fluyera,
quizás la película podría conseguir algo de lo que se propone. Pero Los libros y la
noche es un compendio de todos los pasos a evitar en un proyecto de estas
características. A saber: el tono solemne y serio, aquel de la "alta cultura",
ya fuere en la actuación encorsetada y rígida de los intérpretes como en la reiterada y
redundante voz en off que enuncia textos de Borges, con imágenes que ilustran lo dicho
verbalmente; la fotografía preciosista, jugando con el foco y el fuera de foco sin ton ni
son; las "bellas imágenes", muy trabajadas por cierto, pero carentes de un
concepto dramático que las justifique.
Hay una diferencia entre describir y narrar. La película de
Bauer describe, describe y describe. Pero no narra. No al menos sobre la base de una
estructura mínimamente sólida o reconocible. Lo más sorprendente es que el humor
socarrón de Borges, sus comentarios irónicos cargados de doble sentido y su sencillez al
hablar no estén en una película sobre Borges. O, mejor dicho, sí están, pero en los
fragmentos de las entrevistas televisivas. Es imposible no comparar ese tono con el de la
película. Y no hace falta explicitar quién sale mal parado de la comparación.
Como si todo esto fuera poco, un espectador que apenas conozca un
poco de la vida y obra de Borges no va a encontrar nada nuevo bajo el sol.