Tras el
éxito de El pianista, las distribuidoras han decidido exhumar ciertas
películas sobre el tema del Holocausto que tenían pendiente su estreno.
Suponemos que esa es la razón por la cual Lo mejor de nosotros, film
checo candidato al Oscar, puede verse finalmente en Buenos Aires, aunque es
poco lo que agrega al tema, y atrasa unos cuantos años.
Este film
trata sobre las circunstancias que marcan el destino de los individuos en
una situación límite, y habla de la solidaridad y la amistad en medio de los
condicionamientos que la ocupación nazi imponía a los habitantes de un
pueblo checo. Se trata de la consabida historia del ocultamiento de un judío
en un ropero, o más precisamente, en el cubículo que éste oculta. La pareja
que protege al único sobreviviente de la que fuera poderosa familia judía
local vive la amenaza constante de un colaboracionista, y para tenerlo de su
lado, aceptan trabajar con él. Al hacerlo, se ponen en su contra a los
vecinos, que encarnan la resistencia. Narrativamente, el film presenta los
episodios de suspenso clásicos en toda película de ocultamientos y
refugiados, con la salvedad de que se las ingenia para transitar situaciones
de alto riesgo y peligro de muerte con una buena cuota de humor y sarcasmo,
logrando una suerte de comedia negra que constituye el mejor aspecto del
film. De esta manera, la película de Jan Hrebejk se inscribe en la tradición
del cine checo de los años ´60, cuando Jiri Menzel o Milos Forman tomaban
con liviandad y humor absurdo ciertos aspectos graves de la vida. Volviendo
a la historia, a medida que las cosas van poniéndose difíciles para la
pareja y su protegido, se produce una vuelta de tuerca que nada ayuda a
mejorar la narración. Basta saber que los protagonistas se llaman José y
María y necesitan un hijo para salvarse.
Para colmo, en
los momentos de acción y de fantasía hay un juego con la cámara en ralenti,
que resulta en una imagen borrosa, retardada, de dudosa funcionalidad, que
enturbia la visión del film. Una elección estética sin sentido. La película
puede ser además ideológicamente peligrosa: si bien alude a la relatividad
de la culpa y a las contradicciones que brotan de una vida amenazada, y se
niega a clasificar a los personajes en categorías cerradas de héroes,
víctimas o victimarios, al final de la guerra se urde una artimaña para
salvar a ese amigo que antes olió el aroma del poder y hoy ha caído en
desgracia. Algo así como “todos somos culpables”, o justificar en nombre de
la amistad toda complicidad con quienes mataron más de 200 mil judíos
checos. Resulta inevitable relacionarlo con nuestra historia reciente.
* * * * *
Sigue siendo un misterio (generalmente bochornoso) el criterio de estrenos
de las distribuidoras argentinas. Cada vez son menos las películas que
podemos ver al margen de las grandes subsidiarias hollywoodenses:
Fox, Warner, UIP, Columbia, Disney. Ellas son las que digitan el plan de
estrenos del año. Afortunadamente, contamos con dos festivales
internacionales que nos permiten asomarnos a cinematografías diferentes, y
tenemos la oportunidad de que, en dichos ámbitos, algunos films cuyos
orígenes no pasan por los Estados Unidos (ni sus parámetros estéticos por
los dominantes) puedan ser vistos dos o tres veces, pero nunca más. A menos
que una distribuidora independiente se arriesgue a la aventura de comprar un
film y exhibirlo. Este es más o menos el caso actual. Es una lástima que aún
estén en la incógnita películas maravillosas que pudimos ver el mes pasado
en el V Festival de Cine Independiente, de procedencias diversas: chinas,
como la espléndida Springrtime In A Little Town, e incluso ¿Qué
hora es allí?, vista únicamente en el Festival de 2002; coreanas como
Oasis, o belgas como El hijo y Un pedazo de cielo.
Lástima, también, que esta vez la elección recayó en un film cuyos valores
no están a la altura de tantos que esperan su turno, tal vez vanamente.
Josefina Sartora
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