"It’s a story about love"
(es una historia sobre el amor), denuncia la frase que intenta resumir el
espíritu de la nueva película de Baz Luhrmann. Pero Moulin Rouge
es mucho más que eso. Podríamos decir que es un musical que recorre la
historia del cine. Y también, que es un film tragicómico atravesado por
una amplia selección de canciones pop del siglo XX.
A partir de una trama muy simple, la película despliega una enormidad
de recursos cinematográficos que la tornan abrumadora en un comienzo,
pero apasionante a medida que avanza el relato. Todo lo que al principio
parece excesivo (el ritmo acelerado, los encuadres, la música, la
iluminación, los efectos especiales –la puesta en escena, en definitiva–)
empieza a cobrar sentido y a encajar perfectamente en este rompecabezas
que conforma Moulin Rouge. El exceso nunca disminuye, pero
funciona en favor de una narración que busca construir un mundo mágico,
casi surrealista. Las nuevas ideas bullen de manera vertiginosa en el
mundo del pintor Toulouse-Lautrec y su "Revolución bohemia", y Moulin
Rouge corre a la par de lo que retrata.
En primer plano está siempre la historia de amor. Esa que relata
Christian (Ewan McGregor) en las páginas que está escribiendo. El flashback
y la voz en off nos introducen en el París del 1900, precisamente
en el famoso cabaret al que el protagonista llega en busca de un futuro
idealizado. El film no lo delata verbalmente, pero las imágenes aluden a
los comienzos del cine: la llegada del joven a la ciudad luz es
mostrada con proyecciones en blanco y negro como las del cinematógrafo de
los hermanos Lumière. Más adelante aparecerán otras referencias a los
realizadores pioneros (las puestas teatrales, los "trucos de
magia" y la famosa luna de Georges Mèliés, por ejemplo).
Satine (Nicole Kidman en su impecable debut cinematográfico como
cantante) es la prostituta más famosa del Moulin Rouge y, como era de
prever, deslumbra a Christian en la primera noche. Pero él no es el
único que tiene intenciones de intimar con la bella y algo superficial
cortesana. El millonario y malvado Duke (Richard Roxburgh) también está
al acecho. Los personajes están delineados con trazos gruesos,
pero este efecto paródico refuerza la intención humorística que alterna
con el tono dramático del film.
Ya desde las primeras escenas los personajes se ven envueltos en un
juego de enredos que, además de divertir, revela sus motivaciones. Satine
es prostituta pero quiere convertirse en una gran actriz; Christian es un
poeta que escribe sobre el amor aunque nunca se ha enamorado;
Toulouse-Lautrec (John Leguizamo) y su grupo de inadaptados buscan
una obra para montar en el Moulin Rouge pero les falta el autor; y Duke
tiene el dinero necesario para cumplirle los sueños a todos... a cambio
de poseer a la heroína.
Como en sus dos películas anteriores (Strictly Ballroom y Romeo
+ Julieta), el director australiano Baz Luhrmann sitúa una historia
determinada en un contexto insólito, para lograr un efecto original. En
este sentido, Moulin Rouge es un gran espectáculo con varias capas
para desgranar. La reconstrucción de época es realista sólo en el
maquillaje y el vestuario. El telón rojo que abre y cierra el film, los
íconos parisinos (la torre Eiffel, el propio Moulin Rouge) hechos a
pequeña escala, todos los decorados interiores en los que se desenvuelven
los personajes, las miradas a cámara y otros tantos recursos que quiebran
la transparencia, recuerdan que una película es un gran artificio.
El espectador se entretiene y reflexiona a la vez.
Lo mismo ocurre con la elección musical de Moulin Rouge. Rinde
homenaje a los clásicos musicales de Hollywood de los años ‘50, pero
también a las más conocidas canciones pop de las últimas décadas: de
David Bowie a Elton John, de Madonna a Queen, de John Lennon a Nirvana.
Reconocer el origen de las melodías puede ser un desafío para
memoriosos; más allá de eso, todas las letras aportan sentido y
resignifican la historia, que nunca deja de funcionar. Para el espectador
resultará natural que los personajes de repente comiencen a cantar
y "La novicia rebelde" se fusione con "Like a Virgin"
(Madonna) o "Roxanne" (The Police) con un tango de Mariano
Mores.
Paralelamente a la trama amorosa y sus contratiempos (el amor secreto
entre la prostituta y el escritor, las maldades de Duke, la enfermedad de
Satine), se desarrollan los ensayos de la obra teatral que los personajes
están preparando. Esta puesta dentro de la puesta hace avanzar
dramáticamente la acción y en el estreno final es donde se resuelven
todos los conflictos. La proyección se repite, el telón se cierra, y las
capas de sentido comienzan a fluir. A fuerza de excesos, buenas ideas y
transgresión, Moulin Rouge construye una experiencia
cinematográfica única.