| Dante Remus Lazarescu está
    
    jubilado, 
    es viudo, y vive con tres gatos y pilas de diarios en un departamento no muy 
    limpio. Una noche,
    
    después 
    de dos días de jaqueca y vómitos, que no ha podido calmar ni con pastillas 
    ni con una bebida alcohólica casera, decide pedir ayuda a sus vecinos y al 
    servicio de ambulancias. Empieza entonces la larga noche del señor Lazarescu 
    (título que no logra disimular el original La muerte del señor Lazarescu). 
    No tiene suerte el señor Lazarescu (Ion Fiscuteanu): se siente realmente mal 
    justo la noche del sábado en que un accidente de tránsito ha repartido 
    decenas de heridos en los hospitales de Bucarest, y ninguno quiere 
    internarlo. La enfermera de emergencias que lo atiende (Luminita Gheorghiu) 
    acompañará a este Dante en su descenso a los infiernos de la burocracia 
    sanitaria. Los hospitales de Rumania no difieren de los argentinos ni de 
    tantos otros: desidia, falta de responsabilidad y sobre todo, soberbia de 
    los médicos, que desprecian a sus inferiores, es decir: a todos. Y el señor 
    Lazarescu deberá recorrer cuatro hospitales (cuatro círculos infernales, 
    cada uno de ellos con sus pecadores y su paso difícil) mientras su estado se 
    deteriora rápidamente.
 Si 
    bien Cristi Puiu ha declarado que se inspiró en la serie de TV “ER”, el 
    resultado no podría ser más diferente: su film es un anti “ER”. Puiu filma 
    esta road movie hospitalaria como un documental: con cámara al 
    hombro, en largos planos generales que se limitan a registrar el acontecer 
    de cada escena, sin un solo primer plano. Y lo que sucede es aparentemente 
    muy poco: lo habitual en las salas de guardia nocturna ante la llegada de un 
    enfermo no deseado. La lentitud de las acciones es exasperante, tanto para 
    los personajes como para el espectador. Pero si la historia es mínima, los 
    detalles de toda escena en cada hospital son múltiples: las charlas banales 
    de los profesionales mientras el enfermo empeora, el morbo de quienes 
    levantan la manta que cubre al paciente sucio de orines, la vejación, en 
    suma. En particular, es notable la presentación y evolución de algunos 
    personajes. Un neurocirujano se atiene a la ley: Lazarescu debe firmar una 
    autorización para su operación; como se opone, el médico sugiere a la 
    enfermera “vaya a dar una vuelta y vuelva en una hora, ya estará en coma y 
    su firma no será necesaria”. Estos toques de comedia negrísima abundan. El 
    especialista en tomografías, al contrario, que al principio parece 
    despreocupado y hace bromas pesadas con los tumores que ve a diario en el 
    tomógrafo, hará lo que pueda para que Lazarescu quede internado en su 
    hospital. La paramédica, que parece desapegada de su trabajo y sus 
    pacientes, decide adoptarlo como su propia causa, tratando de superar el 
    sarcasmo y el desinterés de los médicos. Fiscuteanu y Gheorghiu forman una 
    de las parejas del año: su performance es tan notable y realista que cuesta 
    aceptar que están actuando. Aunque 
    no sea así, la película parece filmada en tiempo real, como todas las 
    escenas iniciales en el departamento, hasta que llega la ambulancia. Nunca 
    pretende ser espectacular, ni caer en los clisés; cualquiera podrá 
    reconocerse en esas escenas dantescas hospitalarias, donde cada uno debe 
    luchar por el respeto a su dignidad menoscabada. Filmada en un color poco 
    atractivo, con una iluminación plana, el film rehúsa el impacto estético 
    (esto aquí está acentuado por su estreno en DVD). Puiu y 
    su coguionista, Razvan Radulescu, fueron los guionistas de Niki y Flo, 
    el excelente film de Lucian Pintilie que tuvimos la suerte de ver en el 
    Bafici (al igual que la notable opera prima de Puiu, Marfa Sii Banii). 
    La historia se ha repetido: una distribuidora pequeña e independiente se 
    atreve a estrenar –venciendo dificultades financieras, de calendario de 
    estrenos, etc.– un film que llega con algún atraso, después de haber 
    sacudido los festivales de Europa, Estados Unidos y el Bafici, en los que 
    ganó innumerables premios. Así ocurrió hace justo un año con la belga El 
    hijo, que resultó el mejor estreno de 2006. Sucede ahora con la rumana
    La noche del Sr. Lazarescu, que sin duda estará entre los mejores de 
    2007. Este 
    film con una historia aparentemente tan simple y cotidiana presenta una 
    complejidad extrema en el plano de las relaciones humanas. Posee también su 
    dimensión mítica, como lo indica el nombre del protagonista, y por si éste 
    fuera poco, hay dos personajes llamados Virgil. Y el paciente culminará su 
    noche en las manos del doctor Anghel. Pero sabemos que este Lázaro no 
    volverá a levantarse. Josefina Sartora      
    
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