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PAN Y
TULIPANES
(Pane E Tulipani)
Italia-Suiza, 2000 |
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Dirigida por Silvio Soldini, con Licia Maglietta, Bruno Ganz, Marina Massironi, Giuseppe Battiston, Felice Andreasi, Antonio Catania, Silvana Bosi.
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Todo comienza con un estúpido
accidente en el baño de una pulcra estación de servicio. Con esa
fracción de segundo alcanza para que el micro que llevaba a Rosalba –monumento
a la torpeza hogareña– la abandone a un costado del camino, mientras
sus hijos y su marido siguen viaje.
Cansada de esperar que la vengan a buscar, Rosalba decide regresar por
sus propios medios, haciendo dedo y confiando en la bondad de los
conductores. Sin meditarlo mucho tiempo, nuestra heroína esquiva un cruce
de ruta fundamental –que la
hubiese alcanzado a su dulce hogar– y llega a la dorada Venecia.
En la ciudad bañada por las aguas consigue trabajo con un anciano
florista anarquista, se aloja en el departamento de un misterioso camarero
islandés (Bruno Ganz, más viejo, gordo y pelado que en Las alas del
deseo), se hace cómplice de una insospechada vecina que trabaja como
masajista holística y se reencuentra con una de sus tantas pasiones
dormidas: la música... y esto es tan sólo el comienzo.
No hay una explicación lógica a lo largo del metraje sobre el título
del film, pero seguramente alude a las cosas sencillas y placenteras que
nos rodean y que nunca nos tomamos el tiempo para disfrutar. Rosalba
(Licia Maglietta) no escapa de una familia abusiva, simplemente escapa de
la rutina. No abandona a sus hijos y su marido por sentirse mal con ellos,
sino por el hecho de probar otro modo de vida y no quedarse con las ganas.
Para no convertirse en una hipócrita que anhela oportunidades, pero que
no es capaz de aprovecharlas cuando se le presentan.
Ella no es una mujer en crisis, ni tampoco padece a un marido
golpeador: él es simplemente un cabrón común y corriente. Un mediocre
entre tantos, capaz de engañarla con una amante horriblemente quejosa.
Lo que podría haber sido un film grotesco, grosero y costumbrista,
pasa rápidamente al mundo de la comedia ligera. Que entre muchas virtudes
tiene la de mostrarnos una Venecia oculta a los ojos turísticos, lejos de
sus plazas superpobladas de personas y palomas. Bajo
la mirada de Rosalba, la ciudad se transforma en callejones silenciosos,
donde apenas se filtra el agua y el tiempo transcurre diáfano.
A diferencia de la reciente El gusto de los otros, esta historia
se mete de lleno en las posibilidades que ofrece la comedia franca y
directa, evitando toda posible frialdad analítica y escapándole al
lamento llorón de las insoportables comedias italianas. Pan y
tulipanes muestra esas cosas ridículas que a veces sufrimos o a esos
personajes extravagantes con los que te podés cruzar de vez en cuando.
Con un desparpajo admirable para construir alegremente un subversivo
panfleto anti-marital, Silvio Soldini supo reunir a intérpretes
perfectamente caracterizados dentro de sus roles (Licia Maglietta a la
cabeza, desbordando ingenuidad y sensualidad con su Rosalba, y Bruno Ganz,
que de tan vulnerable y pintoresco se transforma en un insospechado héroe
romántico para estos tiempos que corren) en una película que les
permitirá pasar un momento delicioso en la oscuridad del multicine mas
cercano.
Gabriel Alvarez
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