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ROMEO DEBE MORIR
(Romeo Must Die)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por Andrzej Bartkowiak, con Jet Li, Aaliyah, Isaiah Washington, Russell Wong, Delroy Lindo, D.B. Woodside, Terry Chen.



La historia es simple y bien conocida: Han Sing (Jet Li) es un ex policía de Hong Kong que lleva varios años encerrado en una prisión china por crímenes que no cometió. El prefirió sacrificar su propia libertad para permitir que su padre y su hermano (los verdaderos culpables) pudieran permanecer en libertad. Mientras Han cumplía condena, su familia se mudó a Estados Unidos y su padre se convirtió en una importante figura de la mafia china. Pero una guerra de pandillas, entre los gángsters negros y las familias asiáticas, deja como saldo inicial el asesinato del hermano de Han, quien, al enterarse, se escapa de la cárcel y cruza el océano para vengarlo. En su periplo, conoce a la hermosa Trish (Aaliyah) y se enamora de ella. Como era de esperar, Trish no es sino la hija del líder de la pandilla de gángsters negros.

La génesis de Romeo debe morir no deja de ser una práctica conocida dentro de la industria del cine. Dado que Jet Li es un indiscutible maestro de varias artes marciales, y toda una estrella cinematográfica en sus pagos, el productor norteamericano Joel Silver se encargó de fabricar un vehículo que le permitiera expandir su figura. De hecho, ésta fue una condición del propio Jet Li, tras haber aceptado tomar el papel del villano en Arma Mortal 4, también producida por Joel Silver. Para redondear esta operación, se buscó a la sensual cantante Aaliyah para introducir el costado romántico y, de paso, promocionar su rostro y su voz.

Si bien no es éste el mejor punto de partida para hacer una película, tampoco esto significa que de aquí no pueda surgir algo bueno. Pero ya hay una cierta "jurisprudencia": la mayor parte de las películas industriales pensadas fundamentalmente como vehículos para promover la incorporación a Hollywood de figuras poco conocidas en Estados Unidos, y condimentadas con la presencia de una cantante de moda, han sido insustanciales, débiles, carentes de historias fuertes y modos narrativos atractivos. Y Romeo debe morir no es la excepción a la regla.

Si bien las secuencias de acción son impecables, tanto en su diseño como en su ejecución, son pocas y cortas, demasiado cortas como para darle al film la intensidad y la fuerza que requiere. No hubo la voluntad de tornar la violencia en un hecho estético, como la hay en la obra de Quentin Tarantino, Walter Hill o Sam Peckinpah. La muy forzada historia de amor tiene un desarrollo tan precario como pueril, sin esa química entre los amantes que toda historia de amor merece. Lo mismo ocurre con la construcción de los personajes: son personajes de comic, pero de un comic muy esquemático y trillado.

Como si esto fuera poco, la trama tiene numerosas e insignificantes vueltas de tuerca que intentan mantener la atención del espectador... provocando el efecto contrario. Después de la primera media hora de película, cuando todo lo que hay para mostrar ya se mostró, la redundancia y la repetición son ineludibles. Y el aburrimiento también.

Evidentemente, la suma de costosos efectos especiales, el cuidado obsesivo en la fotografía y en el diseño de producción no compensó la muy notable ausencia de un guión que explote con oficio y destreza los mecanismos del cine de género.

Pablo Suárez