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LA SECRETARIA
(Secretary)

Estados Unidos, 2002



Dirigida por Steven Shainberg, con James Spader, Maggie Gyllenhaal, Jeremy Davies, Lesley Ann Warren, Stephen McHattie, Patrick Bauchau.



La trama de La secretaria se nos adelanta con osada simpleza cuando vemos a Lee, loca de contenta, haciendo sus tareas laborales encadenada a un hierro que se apoya sobre sus hombros y le extiende los brazos como un Cristo crucificado disfrutando agónicamente. Pronto se impone el gran salto atrás en el tiempo que da pie al resto del metraje, en el que se revisan los seis meses anteriores a su placentero presente; una temporada que comienza cuando sale de la clínica psiquiátrica en la que había sido internada por conductas similares a las de la profesora de piano de Michael Haneke (cortes, quemaduras, etc.). Pese a recuperar su libertad, Lee no ha cambiado sus hábitos. Y como la familia no ayuda –padre alcohólico, madre sobreprotectora–, buscará un trabajo que la mantenga distraída de tan oscuros hábitos y entorno.

La llegada de Lee a la oficina del abogado Edward Grey (Eduardo Gris, en español) es análoga a la aproximación de Caperucita Roja a las fauces del lobo (capucha incluida). Toda la ambientación de la oficina abreva en el cine fantástico, en especial esa puerta crujiente que da al despacho del Mr. Grey, muy parecida a la de aquel castillo en el que Roger Corman adaptó varias Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe.

Grey es lo opuesto a Lee: un sádico (aunque lleno de culpa) que disfruta humillando y castigando a sus secretarias. En otras palabras, el alma antitética que la muchacha estaba necesitando. No pasará mucho tiempo antes que comiencen a liberar sus zonas oscuras, pero antes Grey tendrá un gesto inolvidable, que le ganará el corazón de su empleada, cuando le ordena, con una mezcla de imposición y afecto, que abandone esas peligrosas costumbres que su cuerpo herido evidencia. Grey y Lee se comprenden mutuamente. Y cada vez que él necesite una expresión de afecto, ella encontrará la ocasión de retribuirle el gesto, en una actitud decididamente masoquista pero que también es una desesperada muestra de amor.

En el film de Steven Shainberg, el tema del sadomasoquismo viene despojado de la acostumbrada lección moral. Si el sistema capitalista queda rápidamente ridiculizado en la relación empleada-empleador (una metáfora que podría considerarse burda aunque no carece de vigencia), el director no hará hincapié en este aspecto. Su interés se concentra en los sentimientos y conductas de los personajes, retratados con gran cuidado y sin hipocresía. Los protagonistas encuentran el amor y la felicidad en prácticas generalmente esquivadas y temidas por la sociedad, sin que se las haga objeto de burla ni de castigos ejemplificadores. Es destacable que Shainberg haya elegido el registro de comedia para contar una historia así, cuando lo usual hubiera sido el melodrama o el thriller. Incluso puede entreverse una satirización al tono grave con que otros films han tratado el tema en los guiños fantásticos mencionados más arriba.

No puede decirse que esta sea una película de "imágenes fuertes", porque Shainberg no busca la provocación vacía ni el trato ofensivo hacia la platea, sino el sinceramiento de la situación que atraviesan sus personajes.

Maggie Gyllenhaal cosechó merecidos premios por su actuación, y aporta los mejores chistes de la película, mientras que a James Spader lo perjudica un poco cierta sobreactuación.

La secretaria es una comedia inteligente, que mantiene el interés de cabo a rabo. Y quizá, el retrato más sensible del sadomasoquismo que haya dado el cine independiente.

Ramiro Villani      


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