En su ópera
prima, Ricardo Darín demuestra estar más cerca de Fabián Bielinsky, el
cineasta que lo dirigió en Nueve Reinas y El aura, que de
Eduardo Mignogna, director de Sol de otoño y La fuga, amén de
autor del guión de este film. Hay búsquedas muy particulares por parte del
actor devenido ahora también director, y aunque no llegan a concretarse
plenamente, invitan a tener en cuenta próximos trabajos.
La
señal cuenta la historia de Corvalán
(Darín, sobrio, en el tono justo, como siempre), quien, junto a Santana
(Diego Peretti), lleva adelante una agencia de investigación privada, justo
en los días en que está por fallecer Evita. "Métodos norteamericanos" dice
el cartel en la puerta, lo cual anticipa cierta inclinación genérica que
exhibirá la película. Un día en el hipódromo, una misteriosa mujer (Julieta
Díaz) contactará a Corvalán, pidiéndole que haga un seguimiento,
aparentemente rutinario. Pero cuando el hombre al que debía escudriñar
aparece acribillado en un tiroteo, Corvalán se irá dando cuenta de que está
metido en una lucha de poder entre facciones mafiosas. Y aunque intuye que
todo eso es demasiado grande para él, decide enredarse aun más, fascinado
con esa mujer que aparenta fragilidad, aunque al mismo tiempo parece
esconder algo, más precisamente algo que puede llevarlo a la perdición.
Darín y
el también director Martín Hodara (figuran ambos como co-directores)
intentan recrear el espíritu del film noir de los años cuarenta y
cincuenta en Estados Unidos, pero sin perder una identidad nacional.
Difícil empresa que llevan a buen puerto, quizá básicamente porque no hay
regodeo en la recreación de época: el Buenos Aires de los cincuenta va
surgiendo como por las suyas en esta película que no subordina el relato al
vestuario ni a la dirección de arte sino que, como corresponde, pone a estos
en función del drama y las atmósferas pergeñadas por la pareja de
directores.
A pesar
de haber tomado la posta de un proyecto del fallecido Mignogna, Darín no lo
evoca tanto como a las ambiciones de Fabián Bielinsky en El aura (y a
su particular distanciamiento y análisis de la violencia: la escena del
tiroteo en el parque de diversiones logra impactar con creces, sin perder
objetividad), mientras se ubica muy lejos de la voz en off de La fuga.
La
señal también presenta notorias
grietas, empezando por Julieta Díaz, quien, a pesar de ser una gran actriz,
no calza adecuadamente en el papel de femme fatale. Las fallas no
sólo pasan por allí, sino también por el propio personaje que encarna, que
nunca adquiere la dimensión requerida. En una de las escenas climáticas, por
ejemplo, dentro de un cine, la concreción del romance entre Díaz y Darín
peca de discursiva y artificiosa, a pesar del ostensible esfuerzo de la
puesta en escena por compenetrar al espectador con lo que le pasa a
Corvalán, quien se ha dejado llevar por esa mujer que le promete todo, pero
que al final tal vez le quite todo, como siempre sucede en el cine negro.
Es
necesario resaltar el logrado personaje de Santana, encarnado a la
perfección por Peretti, que logra la conjunción justa entre gesto y palabra.
Es el personaje más cínico y al mismo tiempo más apasionado, el que ve venir
a lo lejos la tragedia de su amigo –"no se meta con esa mujer, tiene mala
música"– pero es consciente de que no puede hacer mucho para impedirlo.
Busca diferenciarse de Corvalán, pero al final no puede dejar de
identificarse con él. Es que La señal es claramente un relato oscuro
sobre el hombre y su relación con la figura femenina, su calvario y su
necesidad imprescindible; sobre cómo está incompleto sin ella y cómo, cuando
alcanza esa completud, al mismo tiempo y paradójicamente, accede a su propia
extinción. Un exámen sobre el machismo y la misoginia, y cómo esconden
ciertas debilidades masculinas.
Darín y
Hodara (no por casualidad asistente de dirección en Nueve reinas)
cuentan esta historia con placer y dedicación, aunque quizás en forma
demasiado cerebral. Recuperan un género al que el cine nacional le
estaba cerrando las puertas. Y reivindican ese profesionalismo que el cine
industrial argentino tanto necesita.
Rodrigo Seijas
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