HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















CINEISMORECOMIENDA

LOS SIMPSON, LA PELICULA
(The Simpsons Movie)

Estados Unidos, 2007



Largometraje de animación dirigido por David Silverman.



Todo parece sencillo pero, convengamos, no lo es tanto. Casi dos décadas de permanencia en la televisión, con un núcleo millonario de fanáticos ansiosos por ver qué han hecho con sus amados personajes en la pantalla grande, habla a las claras de un potencial comercial pero, también, de una zona de riesgo en la que la decepción podía ser el gran síntoma. De ahí tal vez el excesivo recelo que blindó el proyecto desde el anuncio de su concreción hasta su llegada final al público. Y con los resultados sobre la mesa uno puede asegurar que no sólo la expectativa fue superada, sino además que Los Simpson, la película mejora en calidad a sus últimas temporadas televisivas.

Los Simpson son sin llegar a exageraciones el máximo hecho cultural de los últimos 20 años (y no sé si algo dice sobre nuestro tiempo que provengan de la televisión, el medio más bastardeado). Ni la música ni el cine ni la literatura lograron en ese lapso crear algo tan sólido, original y popular como lo hizo Matt Groening, y mantenerlo durante todos esos años. Su importancia para la sociedad no sólo debe ser analizada por su propio peso específico, sino también por su influencia sobre otras artes. Su autoconciencia, su mirada sobre la cultura popular, su visión política súper ácida, su habilidad para masticar referencias como una trituradora inauguraron un humor que luego invadió otros terrenos. Y nos reconstruyeron como sociedad. Más allá de gustos, nuestra conciencia encontró en los Simpson un espejo donde reconocerse.

La llegada de la familia de Springfield al cine tiene dos vertientes: por un lado, el más puro negocio; por el otro, la necesidad de ampliar el formato para decir otras cosas, y en una voz más alta, que las escasas pulgadas del televisor no permiten. Así, la mirada cínica que sólo ve negocios es bombardeada por lo menos con dos gags brillantes, efectivos, que se dan al comienzo y durante los créditos finales (odioso sería adelantarlos). La autoconciencia sobre lo que el propio film significa es asombrosa. Y la posibilidad de autoparodiarse es síntoma de gente que no tiene ningún prejuicio a la hora de hacerse cargo de su identidad. Groening sabe que después de llenarse los bolsillos, al progresismo le queda el cinismo o la honestidad intelectual. Y optó por lo segundo.

Esto también significa decir aquello que en la pantalla chica no se puede. Y en este sentido Los Simpson, la película es una molotov incandescente. El film narra las desventuras que vive la familia cuando tienen que escaparse a Alaska por culpa de Homero, a quien sus vecinos pretenden linchar por haber contaminado el lago de Springfield. La opción que encuentra el gobierno estadounidense es aislar a la ciudad con un domo gigante y luego, ante el caos que se desencadena... borrarla del mapa. Groening y su ejército de guionistas –que incluye a James L. Brooks– imaginan un Estado bobo (vean quién es el presidente, si no) manejado por lobbistas y oscuras organizaciones que dicen proteger los intereses de los ciudadanos cuando en realidad sólo procuran hacer negocios. Y no hay aquí malos del exterior, ni nadie que contamine con sus gérmenes del más allá. Todo está podridamente podrido por los propios americanos. Esos que en orgullosa muchedumbre pueden portar antorchas y querer linchar al mismo tipo al que luego vitorean. Esa mirada de la comunidad atraída por un hilo, como el burro al que se lleva donde se quiere tentándolo con una zanahoria, es la que siempre ensayó la serie. Y aquí es explotada de tal manera que el horror queda al descubierto.

Sin embargo, la mencionada acción emprendida por el Estado es para la película como un subtexto. Claro está: Groening dice que la sociedad sólo podrá arreglar aquellos conflictos que la tocan directamente, pero que hay un poder superior que está lejos de sus posibilidades y que opera a espaldas de todos nosotros. El fuera de campo en el que se mantiene al poder durante la resolución de la historia no es una desviación, sino la muestra cabal de que no hay soluciones a la vista. Lo que sí puede ser superado es la puesta en crisis de la imagen paterna que sufren los Simpson. Lo que domina las acciones en el film, precisamente, es la relación padre-hijo. Y el "¿quién llevará la bomba?" que dice Homero sobre el final habla, como en Los Increíbles, de las fuerzas que deberían operar a la hora de la reconstrucción familiar: los lazos se deben forjar por una noción de identidad, de semejante, y no de herencia forzada.

Ahora bien: que todo esto está en la película es tan cierto como que nunca se hace el más mínimo esfuerzo para subrayarlo o explicitarlo, ni para que "nos quede una enseñanza". Tanto en su acabado como en la construcción narrativa, Los Simpson, la película parece haber sido concebida con la menor carga de pretensión posible. Su ambición mayor, antes bien, parece ser la necesidad de hacer reír. Y vaya que lo logra. Con una efectividad y ferocidad poco frecuentes, el film crea un universo delirante que estalla en chistes a razón de uno por segundo. La sofisticación de su mecanismo hace gala de un humor que recurre al juego lingüístico, el slapstick, la parodia, lo burdo y lo inteligente. Todo en menos de 90 minutos. Se nota entonces el esfuerzo puesto en el producto, y la convicción de que "Los Simpson" debía transformarse en una comedia rabiosa. No se trata de pegar una broma con otra, ni de ofrecer un compendio de lo que ya se había hecho en dos décadas de programa. Todo luce nuevo y, si algo parece gastado, no es más que un homenaje a las formas que la serie ha sabido construir.

Acaso, la falta de pretensiones que mencionábamos más arriba hace que el film no termine de crecer y se convierta más en una experiencia simpática que en una gran película (nunca logra la espesura y el nivel de lecturas de South Park: la película, por poner un ejemplo similar). Pese a esto, como así también a ciertas fallas en determinadas subtramas (Lisa y su amor por el irlandés) y a la ausencia demasiado notoria de personajes que uno ha sabido incoporar y que aquí se reducen a escuetos comic reliefs, se trata de un film invalorable desde la comicidad, que nunca se aprovecha de su propio peso y que logra una mirada política certera y sumamente corrosiva. Groening y los suyos dieron en el blanco.

Mauricio Faliero      


Enviá tu crítica al Foro