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SOY LEYENDA
(I Am Legend)

Estados Unidos, 2007


Dirigida por Francis Lawrence, con Will Smith, Alice Braga, Charlie Tahan, Salli Richardson, Willow Smith, Darrell Foster.



Detrás de esta película hay un nombre verdaderamente legendario y ese es el de Richard Matheson, autor de la novela en que se basa el film, maestro de la ciencia ficción norteamericana, guionista de la magistral serie de TV "Dimensión desconocida", y estrecho colaborador de Hollywood en algunas de las mejores producciones fantásticas filmadas allí desde la década del '50 en adelante. Una de ellas es la ya clásica El increíble hombre menguante (Jack Arnold, 1954), en la que el protagonista ve disminuir su tamaño después de haberse expuesto involuntariamente a una nube radioactiva y no sólo pierde su trabajo, su mujer y su lugar en la sociedad, sino que debe adaptarse a un gradual pero continuo cambio de perspectiva y lugar para sobrevivir a la amenaza de gatos, arañas y goteras que antes no representaban riesgo alguno. Otro de sus guiones fue el de Reto a muerte (Duel, 1971), primer largometraje de Spielberg, en el que un automovilista se ve perseguido y acosado por un camión casi diabólico que busca destruirlo durante todo el film, sin que sepamos la razón de tanta hostilidad ni el verdadero rostro del enemigo.

"Soy leyenda" es una novela suya que guarda estrechos puntos de contacto con los libros y películas mencionados. Aquí también tenemos a un héroe que se ha quedado solo, sin contacto con nadie más que un enemigo tan irracional como impersonal, y en medio de un entorno que se ha vuelto irreconocible. A causa de un virus manipulado genéticamente para curar el cáncer sólo ha quedado un ser humano en toda la Tierra y el resto de los habitantes ha muerto o mutado en criaturas peligrosas y de hábitos nocturnos. Esto hace que de día el mundo entero sea un páramo y de noche un coto de caza intransitable. Las imágenes de una Nueva York desierta y tapada por los yuyos son una síntesis de la obra de Matheson y la más cabal expresión del alma solitaria y pesimista de sus héroes.

La película del director de videoclips Francis Lawrence (Constantine) tiene una virtud pasajera pero innegable: luego de una secuencia inicial con Emma Thompson filmada en primer plano que sirve de prólogo y explicación indirecta, Soy leyenda se instala en el futuro posterior a la catástrofe sin dar más rodeos, lo que provoca un impacto inesperado. En lugar de la convencional progresión dramática y el abuso del suspenso para conducirnos a lo que ya sabemos de antemano por la publicidad del film, se nos presenta el siniestro ya consumado. No hay juego previo, no hay retórica melosa, no hay crispación, no hay clímax visible. Robert Neville (Will Smith) es el único sobreviviente; nadie responde a sus diarios mensajes radiales, está solo en medio de un planeta devastado, de día se pasea por Nueva York cazando ciervos y de noche se encierra en su casa, armada como Fort Knox o el Pentágono (después del 11-S).

Hasta allí Soy leyenda es Matheson puro y se podría decir que ese inicio es perfecto, por lo menos hasta que aparece el primer flashback. Esto de las secuencias destinadas a representar el pasado de la acción en la que transcurre el film es todo un tema en la obra de Matheson adaptada al cine. "El increíble hombre menguante", la novela, tenía flashbacks que, por sugerencia del productor, desaparecieron de la película y ello dio lugar a una narración poderosamente concentrada, cuyo avance hacia la nada no se interrumpe jamás y ni siquiera se ve mitigado por el monólogo final ambiguamente consolador añadido por Jack Arnold. Ignoro si en la novela que dio origen a Soy leyenda también hay flashbacks, pero si es así, hubiera hecho falta otro productor que los expurgara (aunque me siento tentado a creer que la inclusión y disposición de los mismos es pura responsabilidad de los hacedores del film).

El problema con estos flashbacks es que no agregan información decisiva sobre el argumento o los personajes, interrumpen el clima desolador del mundo en el que vive el protagonista, y están rigurosamente pautados (aparecen cada veinte minutos) para chantajearnos con la exhibición de FX vistosos y con una despedida menos poderosa –e infinitamente más lacrimógena– que la que hasta entonces creíamos haber adivinado. A este previsible ordenamiento narrativo no tendríamos nada que objetarle si coincidiese con el espíritu de las ficciones de Matheson, verdaderos viajes marcha atrás en la supuesta cadena evolutiva, cuya naturaleza crítica evidencia, por sí misma y sin necesidad de excesos emotivos, la inutilidad del sentimentalismo; viajes de un escepticismo religioso que nada tiene que ver con la proliferación de símbolos bíblicos que aparecen sobre el final de esta película.

Marcos Vieytes      


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