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STAR TREK, EL FUTURO COMIENZA
(Star Trek)

Estados Unidos, 2009



Dirigida por J.J. Abrams, con John Cho, Ben Cross, Bruce Greenwood, Simon Pegg, Chris Pine, Zachary Quinto.



En los últimos tiempos asistimos a un cine que podría ser denominado como neo qualité. En vez de adaptaciones literarias prestigiosas, nos encontramos con adaptaciones de comics hechas con un respeto al original cercano a lo religioso. Para ejemplos recientes tenemos Watchmen, que en su afán por copiar al detalle cada viñeta se olvidaba de respirar en sentido cinematográfico y terminaba convirtiéndose en una obra puramente subsidiaria (algo parecido ocurre con la saga de Harry Potter). No hay vida en estas películas, apenas la reconstrucción textual que busca congraciarse con los fanáticos; para colmo están filmadas con el ceño fruncido, como si se estuviera trabajando sobre un material sagrado. El mayor problema es que esa solemnidad muchas veces hace ruido frente al delirio de la propuesta original.  Y es reaccionaria porque no quiere modificar nada presumiendo la superioridad de un arte por sobre el otro.

Y claro: una nueva versión de Star Trek (en este caso la número once) presagiaba algo similar. Una propuesta que tiene ya cuatro décadas sobre el hombro, con un grupo de cultores de los más masivos, debía estar narrada invariablemente desde la obediencia a los guiños que los fanáticos requieren para mantener su statu quo. Lo que cambió las fichas es la presencia de J.J. Abrams, creador de ese extraño artefacto televisivo llamado “Lost”, en la dirección.

Las últimas películas de Star Trek no habían gustado ni a los propios seguidores, y la franquicia había sufrido un agotamiento tal que desde el vamos, para esta nueva adaptación, la idea de los productores era “borrón y cuenta nueva”. Y echando mano de esa maravilla del Hollywood de hoy llamada precuela, los guionistas se abocaron a contar desde cero las aventuras de James T. Kirk y Spock, aquellos personajes inmortalizados por William Shatner y Leonard Nimoy. Abrams actuó entonces como amalgama entre las necesidades económicas y las artísticas, en procura de un producto que funcione narrativamente, pero que a la vez tenga la capacidad de hacerlo monetariamente. Su especialidad.

Evidentemente Abrams sabe lo que hace. A través de un veloz prólogo presenta personajes, deja en claro quién será el villano y nos muestra el crecimiento en paralelo de nuestros dos héroes con sus respectivas taras: Kirk (Chris Pine) será un joven talentoso, pero irreverente; Spock (Zachary Quinto), un hombre que se balancea entre su condición mestiza (hijo de madre humana y padre vulcano) y que reprime sus emociones por medio de la lógica (los conflictos de Spock no difieren mucho de los del Jack de “Lost”). En relación a los protagonistas, el guión tiene una interesante progresión dramática: parecería que el conflicto va a estar centrado en Kirk, pero lentamente se irá desplazando sobre Spock. Y en ese decurso se va solidificando la relación entre ambos. La película funciona por una sumatoria de momentos breves y logrados, más que por grandes secuencias.

Pero lo más interesante en Star Trek es su sentido del humor. No sabría decir si esto caerá bien en los seguidores o no, pero la primera parte, con su segmento de adiestramiento militar, adquiere un tono de comedia adolescente que hace bien a los personajes y a la película, habilitando un clima más distendido (como de film de aventuras berreta). A esto hay que sumar la incorporación del talentoso Simon Pegg, quien sabe trabajar otros registros humorísticos más cercanos al absurdo. Abrams entendió que para hacer borrón y cuenta nueva era necesario contar la historia desde el comienzo, pero también renovar el público ofreciéndole algo nuevo. Sin traicionar a los personajes, lo que hizo fue achicar el lastre de la solemnidad y aplicar a la nave Enterprise una cuota de bienvenida ligereza. Tal vez los fanáticos puedan sentirse ofendidos por la irreverencia con la que son retratados los protagonistas, pero no podrán negar que su comportamiento es congruente con la edad que tienen, ni que esto beneficia a una saga que pedía –ya desde hace rato– diálogos más chispeantes.

Tal vez el director se pasa un poco de la raya al aplicar sus queridos viajes en el tiempo a lo “Lost”, que aquí no funcionan desde lo narrativo, aunque esto permita un lucido cameo de Leonard Nimoy (el Sr. Spock de la serie original). Momento autoconsciente dedicado a esos fanáticos que la saga no se puede dar el lujo de perder. Porque si bien es cierto que hay que atraer nuevos públicos, el que estuvo allí desde siempre se merece algo de respeto. Respeto, palabra compleja que en el cine se traduce muchas veces en pesadez y aburrimiento. No es lo que sucede con Star Trek, un film sin mayores aspiraciones que sin embargo, o tal vez por eso, cumple con su búsqueda de entretenimiento chapucero y logra instalar nuevamente a Kirk y Spock como los héroes de acción que la galaxia estaba necesitando desde los tiempos de Han Solo.

Mauricio Faliero      


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