En ocasión del 7º Festival Internacional
de Cine Independiente de Buenos Aires, dos redactores de
CINEISMO abordaron este film. Las apreciaciones
de ambos (muy distintas, como podrán ver) se publican a continuación.
Temporada de patos según Javier Luzi
Una comedia de esas que dejan
un regusto amargo a la larga. Risas y después lágrimas (o tristeza o
melancolía). Y qué peor que un domingo por la tarde para padecer esos
sentimientos. Pocos momentos tan factibles de acabar en suicidio. Unos
adolescentes se verán dueños de un departamento a raíz de la salida
de la madre de uno de ellos. Una tarde que se presenta libre de mandatos,
llena de videojuegos y de la práctica de la nada sin reclamos se verá
modificada por dos presencias: una vecina que pretende cocinar una torta
para festejar su propio cumpleaños, y el muchacho del reparto de pizza que
pretende cobrar –ante la negativa de los chicos– aduciendo que ha llegado a
tiempo con el pedido. Como una obra de teatro que respeta tiempo y espacio,
todo sucederá en esas horas y en ese ámbito cerrado. Una película del Nuevo
Cine Argentino... pero mexicana. Drogas, besos, juegos sexuales, toma de
decisiones. Humor absurdo pero que fluye naturalmente. Un cuadro filmado en
blanco y negro que habla de migraciones, cambios y solidaridades. Y divide
aguas: o te cae simpática (como a mí) o la odiás sin remedio. Quizá le
falten algunos ajustes pero resulta fresca, amena y, en su liviandad,
meritoriamente, se despega de vanas pretensiones sin volverse light.
Temporada de patos según Tomás Binder
Vi Temporada de patos en el cine América, a pullman lleno y rebosante
de estudiantes de cine que rieron a-más-no-poder durante la hora y media de
proyección. La cuestión (creo yo, también estudiante de cine) es simple: en
la película mexicana se apunta minuciosamente a un público y se da en el
blanco con una efectividad que asusta. No, no se trata de la película de
Bandana, que manipula explícitamente a sus espectadores ya desde la
publicidad del producto; tampoco es Spiderman, que invade y se impone
por la maquinaria obscena de los estudios y los dólares. O hablando
musicalmente: esto no es Christina Aguilera ni Diego Torres, cuyos públicos
en gran medida reconocen (más o menos explícitamente) la pertenencia a un
target masivo y cautivo y hasta disfrutan de ello; esto es más La ley
o (lo que hicieron de) Bersuit Vergarabat: públicos cuidadosamente
estudiados, productos que los miran de lejos y les dan justo-lo-que-quieren,
pero con la sutileza (aunque no siempre) de no hacerlo tan notorio. Ellos
pueden mantener la idea de esto-es-lo-que-me-gusta-espontáneamente... y
agotar las entradas para Temporada de patos 2.
Pero bueno, más allá de las broncas infundamentadas que poco hacen a la
crítica de cine, he aquí porque Temporada de patos es un producto que
–quizá desde una rabiosa sinceridad– termina estandarizando el cine que
gusta hoy y se hace mañana entre los potenciales cineastas. Y como buen
producto, es completo: 1) Abundan los planos ingeniosos: los hay desde la
mirilla de la puerta, desde dentro de la heladera (varios), una "subjetiva"
de un cuadro a-la-maletín-de-Pulp Fiction. Estas pequeñas ideas se
acumulan en una película cuya única propuesta visual es la del guiño. 2) Hay
humor demagógico para el hartazgo; y el epítome está en la escena porrera:
los chicos fuman marihuana y escuchan cosas-re-locas. Los realizadores
parecen haber cronometrado las futuras risas de la audiencia. 3) Tiene
propuestas diversas que buscan llenar el álbum de figuritas ocurrentes con
una efímera aparición, pero sin nunca tomar suficiente forma como para ganar
el peso estructural necesario (por eso 25 Watts es una gran película
mientras que esta no pasa de un borrón): la gota molesta que persiste
cayendo de la canilla en un gag sonoro desaparece porque sí; el plano
"onírico-metafórico" del pizzero y los patitos es el bonus marihuanero
que, él solo, intenta dotar a la película de una inventiva que no le
pertenece; la "subtrama" del pizzero y el homoerotismo final parecen ser
ideas de guión aisladas que sólo buscan el efecto y agrandar el combo.
Ideas solitarias que se restan entre sí y nunca suman más que lo tristemente
previsible (sí me resultaron valiosas les escenas de besos entre el niño y
la niña, pero sólo eso).
Como Ciudad de Dios hace unos años, he aquí el cine especulador que
se viste de otra cosa. Cine automático. Pero automatismo independiente: en
ningún sentido mejor que la de los grandes tanques estadounidenses, ésta
fórmula es bastante más hipócrita. |