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TESTIGOS OCULTOS

Argentina-España, 2000


Dirigida por Néstor Sánchez Sotelo, con Carolina Touceda, Martín Loza, Fernando Aguilar, Esther Goris, Fernando Guillén Cuervo.



Todo lo que hagas puede ser visto, cada paso que des puede ser filmado. Muchas advertencias, pocos resultados, en este, el primer largometraje de ficción de Néstor Sánchez Sotelo.

Dos jóvenes marginales de Buenos Aires vislumbran un buen negocio. Majo (Carolina Touceda), mientras se prostituye, lleva encima una filmadora, que registra secretamente todo lo que pasa con sus clientes. Federico (Martín Loza), su novio/gigoló, se encarga de extorsionarlos, amenzando con entregar las evidencias a sus familias en caso de no aceptar el chantaje.

Paralelamente, un investigador privado le pide a Majo que se involucre con un importante empresario para inmiscuirse en su vida, y así confirmar sus sospechas de participación activa en una secta satánica. Ella, un alma sin rumbo, será atacada y manipulada por todos lados. Y en medio de este tironeo, se planteará por primera vez otro camino para su vida... si no es demasiado tarde.

En Testigos ocultos, el principal problema que salta a la vista es el de las actuaciones. Además de no convencer, se ven alimentadas desde del guión por acciones y reacciones nada coherentes por parte de los personajes, incluso al borde de la ridiculez. Esto hace que aun cuando parece que van a repuntar, las situaciones se tornen insalvables.

Ni hablar de las apariciones que a nada vienen, como la del "periodista policial" Enrique Sdrech haciendo de sí mismo. Quizá se haya incluido a este personaje de nuestra realidad para sugerir que hechos tan terribles como los que vemos en la pantalla pueden estar pasando aquí y ahora en la Argentina. A esto cabe contestar que, por suerte, incluso en la situación de crisis generalizada que se está viviendo sigue habiendo buen cine, aunque cueste sudor y lágrimas y no abunde. El suficiente como para no conformarnos con una mala película; siempre se puede esperar mucho más.

Promediando el film, Majo y una niña que conoce dentro de la secta en la que queda prisionera sueñan con escapar. Juntas se imaginan frente al mar, como quien añora un oasis en medio del desierto. Más allá de que como escena no logra causar la ternura y la sensibilidad que sin duda busca, me sentí identificada con ese deseo de salir del cautiverio. El mismo que a mí me generaba saber que no podía abandonar el cine hasta que terminara la proyección. Menos mal que existe el mar, pensé. Lástima que a Testigos ocultos la costa le quede tan, pero tan lejos.

Cecilia Pérez Casco     


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