Acorde con los cambios del fin de siglo, el cine anglófono parece haber
generado un nuevo subgénero: la película romántica gay, que sólo se
diferencia del género clásico en la condición sexual de los
protagonistas. Estas películas tratan el tema del reconocimiento social
de la condición gay en tiempos de cambio, fenómeno que en los '70 se
llamó "salir del placard" y hoy "un tratamiento
políticamente correcto" de la homosexualidad.
El tiempo de ser feliz obedece al esquema habitual de este
subgénero: se trata de un melodrama de amores imposibles como hemos visto
tantos, con la salvedad de que en este caso es entre dos varones. Steven
es un estudiante secundario de un pueblito inglés, inteligente e
intelectual, homosexual asumido que vive su sexualidad en secreto, en
baños y parques públicos. El azar le pone a su paso a un muchacho mayor:
John es el chico más popular del colegio, atleta y seductor, codiciado
por todas las chicas, pero su estructura se quiebra cuando comprueba que
su deseo no obedece las convenciones sociales. Y Steven lo ayudará a
reconocerse gay. Con este encuadre, el resto es tópico: la atracción, el
temor del inexperto, los encuentros furtivos en ambientes cargados de
significación ominosa, la homofobia, y el pánico al rechazo social,
siempre presente y represivo. En el desarrollo no hay detalles novedosos,
la narración evoluciona según lo previsible, la realización no va más
allá de lo correcto, y permanentemente se siente el cuidado por que esa
corrección sea también política. Este film es un típico producto del
cine independiente británico... cómodo, comercial, que obedece a las
modas culturales. Es inevitable la comparación con Descubriendo el
amor, la excelente película sueca de Lucas Moodysson que aborda los
mismo temas en un contexto similar, con una realización mucho más
lograda, con un tratamiento visual, sensibilidad y gracia que extrañamos
en este film inglés.
Pero el abordaje de la marginalidad no se reduce sólo a la temática
gay. El sensible Steven tiene una sola amiga y confidente, Linda, su gorda
vecina. La espléndida Charlotte Brittain logra que este otro personaje
estereotipado, el de la gorda sin novio, no caiga en lo banal, gracias a
su óptima interpretación. Paralelamente a la progresiva visibilidad de
un Steven homosexual, Linda ofrece los mejores momentos del film
demostrando con la ácida ironía inglesa cómo una mujer puede crecer,
vivir su belleza femenina y su libertad a pesar de los kilos.
El film también puede ser visto como una estudiantina de iniciación
sexual, similar a tantas norteamericanas. Get real (el título
original, algo así como Volvete real, o verdadero; y la
traducción arbitraria no se limita al título, también adultera los
diálogos) es un producto para la difusión comercial en una sociedad que
ha institucionalizado la homosexualidad: en Gran Bretaña los gays gozan
hoy de los mismos derechos civiles que los heterosexuales (nada parecido
ocurre en Argentina). Inglaterra tiene una tradición de cine gay, con
películas antológicas como Maurice o Su otro país. Este
último producto –que ya tiene cuatro años– no ostenta la calidad de
aquéllos. Demuestra, eso sí, que a pesar de los vientos de cambio y las
conquistas jurídicas los homosexuales aún deben recorrer un difícil
camino.
Josefina Sartora