Hace rato que la Guerra Fría terminó, pero a los norteamericanos les quedó el gusto por
perseguirse: como en los años cincuenta, los peores enemigos vienen de afuera, del
espacio sideral, dispuestos a terminar con los terráqueos
y con su planeta.
Efectivamente, los ultravillanos de Titan A.E. son alienigenas, pura energía
encaminada al mal. A poco de empezar la peli, los Drej se salen con la suya: hacen moco,
perdón, polvo la Tierra en que vivimos. Ríanse ustedes de los pasajeros de los platillos
voladores de La guerra de los mundos (1953) o, más cerquita en el tiempo, de Día
de la independencia, extraterrestres pesados que apenas destruían ciudades. Los Drej
del 3000 y pico hicieron desaparecer del mapa (cósmico) a nuestro planeta, y los humanos
que quedaron con vida están exiliados en colonias perdidas, y siguen siendo el objeto
favorito de caza de los infalibles villanos. Pero no todo está perdido para los
terrícolas, ya que esto no es cine negro sino una producción que intenta atrapar al
público adolescente.
Un valiente, astuto y brillante
científico construyó una especie de Arca de Noé de la ciencia ficción. Es decir, una
supernave que contiene las sustancias básicas o algo así para recrear la
Tierra y todos sus seres vivientes. Este flor de aparato se llama como la película:
Titán, y está escondido en algún lugar del cosmos. El científico ha muerto a manos de
los malignos Drej
pero su hijo adolescente, Cal, está vivito y fanfarroneando en
una "estación espacial de salvamento", entre una fauna de extraterrestres
descendientes de las criaturas de George Lucas & Co.
¿Quién se va a enterar del secreto del Titán,
quién encontrará aquel arca para recrear al planeta Tierra con todos sus
chiches y bichos? Sííí: el hijo del científico que desapareció para siempre en
acción. Un antiguo compañero de su progenitor lo pone en antecedentes de la existencia
de la nave y una piloto la seductora Akima le despierta la libido y termina de
decidirlo. El resto no es silencio sino ruidosos combates espaciales cuidadosamente
diseñados, con múltiples efectos especiales y un suspenso basado en los recursos más
clásicos: la lucha es cruel y es mucha, el héroe cae en manos de los villanos, etc.
Además del despliegue formal, Titan A.E. propone algunas novedades en el cada
vez más digitalizado rubro de los dibujos animados (aunque aquí se ha intentado darle
una terminación más artesanal al asunto, lo que lo vuelve menos impersonal): pertenece
al género de la ciencia ficción, algo inhabitual en los largometrajes de este rubro;
intenta atraer a un público que dejó atrás la escuela primaria con personajes más
complejos y contradictorios, a los que coloca en situaciones un poquitín más violentas o
erotizadas que las que son norma en las producciones dedicadas a los infantes. Lo cierto,
sin embargo, es que Titan A.E. no deja de ser un híbrido: algo fuerte para los
peques... demasiado ingenua para los teens.
Moira Soto
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