Si bien el título anticipa el papel preponderante
de Adam en la trama de esta comedia de enredos, en realidad las verdaderas
protagonistas son tres hermanas, y la presencia de Adam sólo sirve como
excusa para adentrarse en la realidad de cada una de ellas: Lucy, una
chica algo naif que sueña con un príncipe ideal; Laura, convencida de
que el amor no es para ella, y por lo tanto ningún hombre puede ser mejor
que leer poesía; y Alice, la mayor de las hermanas, que sólo puede amar
apasionadamente, aunque no es eso lo que encontró en su actual
matrimonio.
Es entonces donde Adam entra en
acción. Lucy se ha enamorado perdidamente de él, y parece reunir todas
las cualidades que siempre soñó. Lo que no sabe es que se ajusta no
sólo a sus fantasías sino a las de sus dos hermanas, e incluso a las de
su madre.
Adam es un ser común y corriente,
al punto de que cuesta entender qué es lo que este grupo de mujeres ve
como tan especial. Lo que ocurre es que él crea un mundo en el cual es,
además del centro, la respuesta a todas sus necesidades. Y las damas –también
cómodas en este imaginario– caen rendidas a sus pies. Como si
estuvieran frente a un Don Juan de Marco, amante de profesión.
Irritante al principio, Adam va
seduciendo no sólo a sus compañeras de pantalla, sino al propio
espectador. Su cinismo se va volviendo entretenido, las situaciones
humillantes se convierten en excitantes y sus mentiras, mágicamente, se
visualizan como ayudas.
Parece hablar de cierto espíritu
menos moralizante que en otros tiempos. Donde la infidelidad no
necesariamente es vista como un pecado, sino como una práctica humana
más, a veces hasta beneficiosa para las personas. Todo muy lindo, siempre
y cuando no descubramos que somos tan permisivos simplemente porque el
personaje en cuestión es un hombre.
Todo sobre Adam
no es una película maravillosa, pero divierte más de lo que prometía.
Es particularmente interesante la reflexión acerca de lo diferente que
puede resultar un mismo hecho para distintas personas. Y cómo eso hace
que nada sea imparcial, o absoluto.
Cecilia Pérez Casco
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