En un
capítulo de Los Simpson, los adultos decidían imponer un toque de
queda que obligaba a los niños a permanecer en sus casas durante la noche.
En venganza, los niños se encargaban de revelar mediante una frecuencia de
radio clandestina los secretos más sucios de los mayores. Cerca del final,
unos y otros se enfrentaban cantando una canción en la que se gritaban
¡Adultos! y ¡Niños! como si fueran verdaderos insultos.
Algo
parecido sucede entre la madre (Jamie Lee Curtis) y la hija adolescente
(Lindsay Lohan) de Un viernes de locos. La madre no entiende los
desplantes permanentes de su hija, sus pésimas notas y alertas
disciplinarias en el colegio, la forma inapropiada en que se viste,
su temperamento irascible con su hermano, su rechazo a su padrasto, sus
amigos rockeros, etc., etc. La hija no asimila al prometido de su madre
–quien parece haber olvidado muy pronto a su difunto marido–, su excesiva
dedicación al trabajo, su favoritismo hacia el hermano menor, la hostilidad
que delata ante sus amistades y un chico que le gusta, su falta de noción de
los problemas que tiene que enfrentar en la escuela, etc., etc.
Pero gracias a la sabiduría –o
imprudencia– de la dueña de un restaurante chino, que detecta ese particular
choque de potencias y les hace una especie de hechizo a través las
famosas galletitas chinas de la suerte, madre e hija quedarán presas por un
día… en el cuerpo de la otra.
Las situaciones divertidas no
se hacen esperar y están explotadas con gran efectividad, en especial
gracias a las excelentes actuaciones de Jamie Lee Curtis (calcando a la
perfección el lenguaje, gestos y movimientos de la muchachita) y de Lindsay
Lohan (haciendo lo mismo, pero al revés). Madre e hija sufrirán traspiés e
intentarán tomarse mutua revancha, pero a lo largo de ese viernes de locos
irán viendo el mundo desde otra perspectiva. O más bien, desde la
perspectiva de la otra. El mundo adolescente de la hija, en el que imperan
la “popularidad”, los profesores vengativos, la discriminación, las
sectas de amigos y quizá, con suerte, algún chico bueno y comprensivo
pero con mala imagen ante los adultos, impactará con fuerza en la madre. Y
la hija empezará a entender el universo repleto de obligaciones y afectos
con el que tiene que lidiar la madre, procurando sostener ese difícil
equilibrio sin el cual todo se derrumbaría. La moraleja que se desprende de
todo esto es que si adultos y adolescentes se pusieran por un rato en el
lugar del otro, todo marcharía mejor.
Por lo demás, esa suerte de
aprendizaje intensivo que emprenden las protagonistas es reflejado con
cariño, honestidad y respeto por la trama, que no subestima nunca al
público, y hasta incluye un ambiguo romance entre el galán joven y la
adolescente… en el cuerpo de su madre.
Lamentablemente, la
subestimación viene por el lado del doblaje al español (con el que llegan
todas las copias a la Argentina), ya que parece dar por sentado que los que
van a ver este film no saben leer subtítulos; y se nos priva de escuchar las
voces de Curtis y Lohan, entre otras. En compensación de este despropósito,
la película ofrece una excelente banda sonora que combina el rock con el pop
en dosis apropiadas, con lo que adquiere personalidad y protagonismo
propios.
Rodrigo Seijas
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